una red donde caer

Sata Garcia Molinero

Hace unos días estaba comiendo pizza en Bacci y me crucé con Sata, una madrileña que está de visita en el país y la ciudad. Resulta que anduvo todo el finde recorriendo Plateada, una feria de arte contemporáneo que armó un circuito con muchas actividades en diferentes galerías y espacios de exhibición locales. Me quedé entusiasmada e intrigada en igual medida, ¿una feria de arte contemporáneo en La Plata? ¡Qué emoción!, ¡nunca vi ninguna! Pedimos otra birra y le dije a Sata que me cuente un poco sus impresiones sobre el evento.

Plateada es el piso compartido en el que acabas coincidiendo con todo el mundo de fiesta. De esos en los que cada vez que abres una puerta te encuentras una escena diferente. En los que se mezcla todo tipo de gente y coincides con amigues que hacía años que no veías. Uno de esos pisos donde se celebra y en los que se acoge a gente de otras ciudades. 

Tan fresco como los hielos que se guardan al lado de los guisantes que llevan en el congelador desde 2015, y tan acogedor como una casa con calefacción en invierno. 

Pasada la resaca de presentaciones y artisteo, me doy cuenta de lo particular que fue Plateada en mi historial personal de ferias de arte contemporáneo. Ferias que, por lo general, están empapadas de un aire esnob muy difícil de respirar si no te has criado en el seno de una familia rica y generalmente con mal gusto, dispuesta a regalarte para navidad cualquier pieza del pintor de moda para que aprendas a blanquear dinero cuanto antes. Particular porque Plateada me pareció cercana aunque tuviese tantas galerías invitadas del resto del país, callejera aunque varias instituciones/museos formasen parte de la programación, y diversa aunque te encontraras a la misma gente todo el rato durante el recorrido. 

Todo esto hace que en tres días encuentres un concierto ansextral marica en una cocina, unas ilustraciones de descarga gratuita en una galería, un carrito de compras que vigila los audiovisuales de un salón, pinturas dentro de un gabinete mágico, dildos escondidos en un salón de arte joven o una máquina de escribir con textos curatoriales a medio redactar. Todo regado con birra y puntualmente con gin tonic servido en vaso de plástico, porque todas sabemos que una feria de arte no es una feria si no hay ginebra de por medio. 

Una red grande, sólida y confortable en la que cualquiera se puede dejar caer. Una red donde no faltó tema de conversación, trueque de inquietudes, regalos y la sensación de estar en medio de una movida hecha desde el trabajo, el amor y lo colectivo que va a sentar precedentes para todas las que vengan. Una perspectiva, que en la ciudad de donde vengo, parece haberse olvidado en pos de una profesionalidad que maquilla la precariedad de casi todo un sector, y que en cierta medida me jode haberme tenido que encontrar a 10.000 km de mi casa. Resulta que no hacía falta tener un espacio mainstream, ni gastarte el salario de tres meses en producir una obra que vas a vender por la mitad, ni tener que vender tu alma al diablo para poder montar una feria que remueva a todas las agentes de una ciudad. Mierda. 

Entre cervezas y risas escuché deseos de venta que parecían no llegar, anuncios de cierres de espacios y demás dramas propios del mundillo, pequeños contras que no lograron robar el brillo a Plateada, porque la plata por muy negra que se ponga, cuando se limpia acaba sacando su brillo original. Porque el piso donde acabamos nuestras mejores fiestas, por mucha mugre que tenga, seguirá siendo un referente de nuestras noches, sobre todo cuando este piso custodia las buenas prácticas y el entusiasmo del que no solo fui testigo, si no del que me hicieron partícipe.

Plateada es una Feria de arte contemporáneo que realizó su edición #0 los días 10, 11 y 12 de diciembre en la ciudad de La Plata. Participaron nueve galerías y espacios de exhibición locales que recibieron a catorce proyectos de diferentes ciudades del país. 

ig: @plateadaferia

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