Asistí como espectador al Festival Biocultural del Gran La Plata porque me resultó muy atractivo desde varias aristas: la planificación del territorio, la producción local, la articulación o relación urbano-rural, la integración cultural, la protección, preservación y regeneración de los ambientes, en fin, un análisis integral del periurbano visualizando su diversidad biológica, social, cultural, productiva y seguramente otras que se me están olvidando. Creo que este sinnúmero de expresiones que definen la riqueza de un sitio o territorio pueden y deben pensarse desde abajo, con los actores que lo habitan y lo construyen, con el objetivo de equilibrar el desarrollo y mejorar la calidad de vida de las familias urbanas y rurales. En este tipo de situaciones comienza a tener vital importancia la generación y aplicación de política pública, con su rol transformador/regulador. Considero que la planificación de cinturones o anillos verdes en las urbes se torna cada día más necesaria debido al gran crecimiento de suelo urbano de manera anárquica sobre áreas no aptas para la construcción como bañados, humedales, planicies de inundación de arroyos, áreas rurales productivas, entre otras. Espacios que van perdiendo la capacidad de cumplir su función en términos hidrológicos, productivos, de servicios ambientales y de recreación. En particular, el área rural periurbana del Gran La Plata productora de alimentos se ve permanentemente desplazada por el avance de la mancha urbana sobre áreas productivas, lo que termina encareciendo los alimentos con el aumento de los valores inmobiliarios y de transporte. Es por esto que sugiero cortar con la mancha, planificar el territorio y alternar suelo de uso productivo y recreacional con el suelo destinado a uso urbano.
A pesar de que las parcelas de tipo rural no pueden subdividirse a un tamaño menor de lo que se considera unidad económica, en la mayoría de los casos la fragmentación del espacio rural sucede de igual manera, por ejemplo: núcleo de herederos que subdividen de palabra parcelas rurales entre familiares, grupo de personas que compran suelo rural bajo la modalidad de consorcios con el objetivo de dividir y esperar una rezonificación municipal a futuro que les permita obtener el parcelamiento individual o loteo. Ejemplos de este tipo también los tenemos en los barrios cerrados o countries, que en su mayoría se instalan en suelo rural con actividad productiva y en zonas de humedales.
Esta desarticulación que se produce en el territorio y que va cambiando su fisonomía es lo que se debería planificar, con tiempo, con sólidos fundamentos y con firmeza en su cumplimiento. No trabajo ni investigo en esta temática, pero desde la observación de habitar desde hace 10 años un espacio productivo periurbano que se transforma desplazando las actividades productivas a cambio de casas quintas con pileta y canchita de fútbol más rápidamente de lo que uno desearía, considero necesario un replanteo, un repensar hacia dónde vamos y cuál es el impacto que generan estos cambios, tanto para los habitantes urbanos como para los rurales.
Son innumerables los beneficios de generar anillos productivos a los centros urbanos: resuelven problemas hidrológicos, moderan las temperaturas, mejoran la calidad del aire, generan espacios de biodiversidad, funcionan como biocorredores de fauna y aves, potencian la formación de clusters productivos, acortan distancias entre el consumidor y el productor y mucho más. Para cerrar la idea del anillo productivo, al finalizar la zonificación de producción, se abre nuevamente en el territorio la posibilidad de generar una nueva área de suelo urbano y posteriormente otra de suelo con destino a la producción de alimentos. Cabe aclarar que este tipo de alternancia urbano-productiva debe realizarse respetando las condiciones sitio específicas, como ser los tipos de suelo, la topografía, los cursos de agua, las posibles limitaciones que puedan surgir desde lo productivo y constructivo, y también garantizando la movilidad y comunicación con una red de transporte ágil y rápida.
En estas zonas productivas alojadas entre suelo de uso urbano cobra trascendental importancia la aplicación de prácticas productivas que propongan la regeneración o al menos la conservación de los recursos, evitando la generación de externalidades negativas contaminantes y garantizando el abastecimiento a la población con alimentos sanos. En este sentido, la agroecología (que estudia los agroecosistemas), propone un enfoque que se ajusta perfectamente al desarrollo sustentable de este tipo de áreas de integración urbano-rural, superador al actual modelo convencional de producción de alimentos.
En fin, me parece que la propuesta es incipiente y debe continuar motorizándose porque es una necesidad que tienen que resolver los territorios, y cuanto antes se realice, mejor para la sociedad y el ambiente.