una ballena de tetas grandes

Laura Valencia y Pablo León

Hace unos días estaba dando vueltas por Meridiano V y me encontré con varias personas alrededor de una estructura enorme en el playón del galpón de la Grieta. Me acerqué a chusmear y Laura Valencia me contó que era parte de Los motivos del fuego, una obra en tres actos de Juan Pablo Rosset curada por Guille Mongan. Caminando por la calle 71 me crucé con Pablo León mientras íbamos hacia el segundo acto que se hizo en Vil Teatro. Al final, terminamos todxs bailando con frenesí en Cosmiko en el último acto. En medio de la locura de fin de año se me ocurrió pedirle a Lau y Pablo, que no se conocían, que conversen por whatsapp sobre lo que les generó esta obra y su deriva.

Laura Valencia (LV): Recién despierto y es mediodía, viajamos durante la noche con lluvia y viento en la ruta, llegamos y sacudimos un poco las bolsas de dormir, las carpas quedan armadas dentro de la construcción de madera sin terminar y al amanecer me desperté y desconocí dónde estaba. Por el ventanal que da a un monte de eucaliptus vi que algo se movía en el pastizal, lloviznaba, la pálida luz me hundió en el sueño, intempestivamente un hombre apareció con un hacha alzada en el aire. Me dormí.  Ahora salí a buscar un poco de agua al arroyo y ni rastros del hombre, pero de camino oculto bajo varias ramas de hojas aun verdes, me topé con un tronco de eucaliptus, blanquísimo, desnudo inmenso, víctima del temporal. El hombre escondió su tesoro, ¿vendrá a buscarlo más tarde con un vehículo, pensará llevarlo de tiro, para hacer qué, o traerá una motosierra? Está claro que planea volver por él. 

Hola Pablo, escribí esto hace unos días, pensando en esta charla con vos sobre la obra de Juan Pablo, todo sucedió tal cual lo escribí, pero se convirtió en preguntas que ahora quiero compartirte, preguntas que le hago a su obra cuando voy a dar clases al Galpón de La Grieta y me la topo, literalmente, en el playón de adoquines donde está emplazada. Qué siente un escultor cuando se encuentra un “tesoro”, también es una pregunta para vos, sos escultor.

Pablo León (PL): Laura, varias consideraciones me surgen al leer tu texto. La anécdota que escribís creo que es más que una anécdota, es una eventual configuración, es el contexto donde ficcionalmente(?) te/nos imaginamos que podría haber estado el árbol en reposo de Juan Pablo, un árbol quemado, quizás, producto de un rayo. Tu viaje de lluvia, de noche… ese recorrido probablemente tenga que ver, insisto, con el proceso creativo. Un proceso creativo que excede al escultor, va más allá, lo siento como un proceso colectivo donde el conjunto de al menos cierta porción de la comunidad se hace preguntas y, en esos interrogantes, devienen las interpretaciones posibles, eventuales. Esas interpretaciones, a las cuales le damos lugar aquí, creo que hacen a la conformación de la obra en sí misma. Por otro lado, utilizás la palabra “tesoro”. El tesoro del artista. Y me detengo ahí. Un tesoro que en este caso pareciera que se asemeja a un paciente. Un paciente que espera ser curado. Un paciente en horizontal que está a la espera de ser erguido nuevamente. También utilizás otra palabra: topo. “Me topo con el árbol varias veces a la semana ya que doy clases allí”, me decís por audio, y no hay otra manera, Laura. Toparse. La obra de Juan Pablo es plástica, espacial. Sólo puede percibirse topándose con ella. Es un cuerpo a cuerpo.

LV: A veces en ese mismo monte sentí deseos de tomar algún tronco entre las manos, tengo la impresión de poder sentir cómo se desliza la savia.

PL: Un árbol quemado (¿por un rayo?) colocado de forma horizontal, dos fracciones de él, de longitudes similares, de una tensión equidistante entre ambas partes. El rabo se desprende de la cabeza, el tajo es en el tronco.
Un árbol parecido a un ser vivo. No se siente muerto, aunque lo está. Se percibe en reposo. Un sutil reposo, casi etéreo, fugas. Sobre una cuadrícula de segmentos de madera levita suave y tiernamente esta bella durmiente.
Es un vínculo corporal. Espacial. Plástico. No es meramente visual. Tampoco es tan sólo una relación conceptual. De hecho, lo conceptual se denota de lo formal, del fenómeno plástico y espacial. Mi vínculo es háptico, es táctil. Pensando a lo háptico como el conjunto de la falsa división entre sentidos. Todos ellos confluyen en una relación con la cosa. Hay un cuerpo en reposo.
Ese cuerpo en reposo siento e intuyo que es algo más. Y ese algo más, como mencionaba anteriormente, proviene, es un derivado de la experiencia “cuerpo a cuerpo” del/de la espectador/a y la obra, el árbol caído (pero recuperado), como un paciente, solo espera.

LV: Un animal extinto.

PL: Un bicho herbívoro, un diplodocus, dijo un sobrinito mío
Vos también deslizás algo sobre la savia que desprende ese árbol en La Caleta. Estuve reflexionando también sobre eso.

LV: Decime, sí.

PL: De las cosas que más me impresionaron fue cómo el artista entró en reposo casi al mismo tiempo que ese árbol, su obra… (no se si meterme por ahí)
Con respecto a la savia sentí que quizás había algo más: la savia como metáfora de semillas.

LV: Sí, también pensé en eso. Cada vez que me encuentro con la obra pienso en el cuerpo de Juan Pablo, cuánto nos involucramos, con qué intensidad. Conviví con su montaje y ahí ya estaba sucediendo la performance.

PL: ¡Mirá qué bien!
Porque me recordaba esa vieja película, “El vientre de un arquitecto”, que habla sobre el embarazo masculino. Igual, esa peli tiene un final trágico y acá hay pura vitalidad. Pero pensaba en cómo las formas, las obras, se anticipan a lo que podría venir. Pura especulación.

LV: “No hay prenda que no se parezca al dueño”, jajajaja

PL: Me encanta “no hay prenda que no se parezca al dueño” muy teatral, tira por la borda la utopía de andar desnudos por la calle, jaja. Los atuendos se nos parecen, son nuestras proyecciones. Quizás la dolencia física de Juan Pablo es el resultado de la obra, como un parto, finalmente duele, aunque la recompensa sea un nacimiento, encima buscado.

LV: En la mañana soy más optimista, pero realmente pienso que la obra allí sola noche y día tiene la inconmensurable tristeza de una ballena encallada

PL: La imagen de la ballena, ¡sí! Justo estaba viendo una hace un rato, luego fue rescatada de una especie de acantilado. Llorando día y noche, es esa la imagen.
Es un árbol pero por sus formas, las formas del artista, es también un bicho, un mamífero seguro, algo parecido a nosotros. Pero hablaste de ballena y, no sé, también hablaste de savia y se mezclan los sexos. Por momentos pienso en macho, en un dinosaurio, por momentos en una ballena (ahora que la mencionaste), en una hembra con grandes tetas. Es decir, cuando nombrás a la palabra savia, pienso en semen, por eso dije semillas (no me atrevía a mencionar esa palabra, jaja). De ahí su vitalidad, pero ahora también pienso en la ballena y su vida, finalmente quedan pocos días para que sea rescatada. Está próxima a su desmontaje, quizás ahí encuentre su morada final.

LV: No sé qué animal, de hecho, corrijo, ya no digo animal extinto, sino solo extinto. Un adjetivo suelto y perdido. Puro cuerpo, pero no con un sentido único, en la inmensidad de ese horizonte hacia el sur, a la par de estos Galpones de un país (también de un mundo) bastante extinto.
Cuando caminamos hacia el segundo acto entré en ese mundo, ¿no?
Algo caduco y que añoro. Caminar de noche.

PL: En el segundo acto hubo algo de cementerio, un estado agónico, un sonido a ritmo cardíaco extinto(?) un eco(?)
En el segundo acto pienso en el olor que había, no buscado, sí encontrado.

LV: En esa caminata se detuvo el tiempo, ahora sé que nos perdimos porque ¿de dónde salió toda esa gente cuando llegamos? Creí llegar con vos y unos pocos más y ser los primeros, pero cuando entré ya estaba sucediendo el ritual y hervía de gente. Entré, me ahogué, salí y dije: esto es un sauna. ¿Por qué cementerio?

PL: Cementerio, quizás, por contraste. El árbol me sigue pareciendo un animal durmiendo, en reposo y la sensación en el segundo acto fue opuesta. Solo el olor corporal originado por las personas le dio vitalidad. Olor a pata, transpiración: el ejercicio humano de sabernos vivos. El olor como parte de la obra, lo no previsto.

LV: ¡Ceremonia! Ahora creo que lo extinto es esta humanidad que tiene tiempo para el ritual. Una obra que lleva tiempo. Toda una noche para acompañar, hacer, compartir. Velar el sueño de la “durmiente a cielo abierto” en el primer acto. De la procesión al oráculo. Arrodillados alrededor del carbón.
Yo tuve que salir y volver a entrar.
¡Todo tan escénico! En Vil Teatro, más teatral que nunca.

PL: Decís: teatral, escénico. Y sí.
Me quedé con el tema de los olores. Pensé en la obra de Carlos Herrera donde muestra un universo de autorretratos donde lo visual es anécdota y los olores corporales son el fundamento de los autorretratos. Los olores corporales de la segunda escena indican, al menos, la actividad humana. Reflejo de vitalidad, quizás.
Pero me detengo, las dos primeras escenas casi como hipótesis y antítesis de una obra en tres pasos y la tercera escena como síntesis.
Pero vuelvo a lo que decís respecto a lo teatral. Claro, no es una escenografía, acá el objeto es texto y contexto, es decir, pienso en las obras como personajes. Hace un rato venimos hablando de cómo ese primer árbol se asemeja a un bicho, tan parecido a nosotres.
Y cambiando de tema: ¿estamos frente a una obra que representa algo o es en sí misma? pero también quiero hablar sobre esos dos puntos que mencionas: ritual y ceremonia.

LV: ¡Qué agobiante la humedad de diciembre! Hola.
No recuerdo los olores, si la falta de aire y el estado en el que entré, la segunda vez pude sobreponerme y quedarme adentro. Veníamos de caminar en la noche fresca (sentí frío sentada al aire libre), fue velar y acompañar la espera. De hecho llevé comida porque habían pasado horas de intemperie, cuando arrancamos a caminar le presté un poncho a Valentín y a unas pocas cuadras, menos de diez, todo mutó.
Se desprendía polvo negro, una mina de carbón y todos queríamos tocar lo negro de la superficie. Otra vez querer tocar. Mancharnos la piel.

PL: Qué hermoso, Laura (me estoy aprovechando de que hay editores, por fin puedo escribir como quiero, jajajaja)
Sí, el contraste entre la caminata, ese ritual y luego velar la obra (como decis y suscribo) fue impactante.
Vi a Valentín con un ponchito, me sorprendió, no sabía el origen. Lo vi como haciendo una coreografía, subiendo y bajando de la vereda, rodeando a los autos estacionados con su caminar para luego subir nuevamente a la vereda. Fue en ese trayecto. También me acuerdo cuando nos detuvimos a instancias tuyas frente a una casa seguramente propiedad del ferrocarril, como de otra época. Una postal.
Pensando en lo sucedido en la primera instancia (me gusta recordarla como “la del árbol en reposo”), me preguntaba algunas cuestiones más. En mi caso, fue tan grande el impacto, lo describo como corporal y espiritual, que casi no tuve resto para la segunda escena, no pude comprometerme demasiado con ella, aun menos con la tercera. Me perdí de la tercera escena. Quizás porque estaba con mi compañero y ya habían pasado unas cuantas horas. Pero quizás no, quizás fue que el impacto, es decir, la densidad de la energía del árbol en reposo eclipsó cualquier otra experiencia posterior, no lo sé.
Como estamos en una civilización de lo visual, las experiencias plásticas se intensifican, no son superficiales. Cuando hablo de energía me refiero a lo que queda después de ahuecar un volumen, a eso llamo energía.
Mi compañero vio solo un árbol caído pero no le pasó lo mismo en la segunda escena.

LV: Ayer fui a Meridiano V, dos nenas desde lejos: “¿qué es ese coso?”
Se inició una conversación y compartimos un rato de charla y me pidieron entrar al baño del Galpón. Se sumó la mamá.
El coso está dentro del recorrido que hace la gente que cruza desde Altos de San Lorenzo a la escuela o a donde sea en el cuadrado de la ciudad. El “coso durmiente” nos dio tiempo, la oportunidad del encuentro y de descifrar a modo de adivinanza: ¿Descifrar qué?
En cuanto al segundo acto escuché que alguien suspiró y creí escuchar sobre su deseo de ponerle cuerpo a ese polvo negro. 

PL: La definición de “coso” me hace bien. Un abuelo hacía referencia a “coso” cuando se refería a alguien, decía: “¿Quién es el coso ese?”, preguntando por alguien, con tono quizás despectivo.
También me recuerda a una película, “La cosa”, cierta familiaridad con lxs aliens. La definición de algo presente, perceptible pero no visible. Quizás cada artista con su lenguaje, con su metalenguaje, hace que nos preguntemos todo el tiempo, ante cada nuevo fenómeno artístico, de qué va el arte, los límites de la obra, es decir: cuándo comienza la maleza, si hay maleza, qué es la cosa esa.

LV: ¡El coso ese da que hablar! Tiempo para detenerse, conversar, pensar de a varios. Se va a quedar acá ¿es nuestro?

PL: Casi un coso como metáfora de fogón, un árbol quemado, no quiero ser redundante, pero un fogón de reunión, risas, alcohol, porro, comida, tertulia, encuentro.

LV: Esta vez me encuentro con gente que habitualmente no me encuentro tan fácilmente. Infancias y madres que van y vienen de la escuela. El día. El sol, la permanencia. El territorio. La gratuidad. El tiempo. Todo a favor.

PL: Genial, por eso, el arte más allá de la endogamia, es decir, pasar la frontera del arte para artistas.

LV: El segundo acto es lo onírico, pienso en este momento, son las 11.28 de la mañana, hago cola en el hospital público, proscribieron y condenaron a Cristina. El sueño negro.
Todos en el más completo escepticismo negro y con enormes deseos de creer y reunirnos alrededor de algo y honrarlo.
También ayer pasé por el tercer acto, ya está grafiteado, otra manera de apropiación.

PL: Sí, compañera. Imposible seguir charlando sin hacer este paréntesis. Jueces, ministros y agentes de la AFI en Lago Robado en el sur. Milman y sus asesoras, parece un grupo de cumbia, pero no, por eso la tragedia. Cristina con veto para que no sea candidata.
Dícese del coso o cosa: lo indecible, o lo indescifrable. Igual, pienso que ya superamos la barrera de la interpretación de los motivos del fuego. Como práctica es una deriva útil para ir más allá del objeto.

LV: Hola! Tengo un miércoles de fin de trabajo y no tengo un minuto para nada y, además, rodeada de bullicio y gente tampoco puedo grabar audios, jajaja
Mañana cerraré y leo lo que me mandaste
Abrazo

PL: Buen día, Laura. Quizás éste sea el último escrito.

LV: Buen dia, anoche llegué al mar y no teníamos luz, no pude cargar el celular
recién ahora pudimos tener agua y luz

PL: Estaba pensando en lo difícil que es documentar una exposición. Muchas veces la documentación fotográfica y audiovisual se convierte en sí misma en un medio expositivo, más allá del físico y palpable. Me pasa con Los motivos del fuego que no encuentro concordancia entre la experiencia fáctica y la otra, la experiencia de ver el registro en imágenes desde un dron, por ejemplo. Ahora esa falta de concordancia también la encuentro en una exposición que estoy haciendo en la Universidad de Avellaneda. Las fotos que tomé en mi propia muestra remiten al cubo blanco de la galería o del museo, imágenes y obras que se vuelven inocuas, algo neutras, no hay ruido, no hay maleza. Me acuerdo de Lucrecia Martel describiendo cómo había filmado Zama. Ella decía que quería rescatar el marrón del río Paraná, mientras que su director de arte, amigo personal de Lucrecia, se lo había cambiado por un color azul. Y ahí vuelvo sobre Los motivos del fuego y cómo el registro fotográfico y audiovisual muchas veces nos remiten a esas visiones anacrónicas de cómo exponer. Como si siempre, por más que seamos rupturistas con las formas conservadoras del arte donde sólo se imponen unas pocas formas de mostrar, todas dogmáticas, sin querer caemos, al menos a la hora del registro, digo, caemos en esas formas aún no superadas. Pero bueno, lo que digo simplemente es muy debatible.

LV: Recién pensaba sobre esta forma que vamos inventando de conocernos a la vez que escribimos un diálogo sobre la obra de Juan Pablo. Ayer veía nacer la luna deforme y blanda desde el agua y el tiempo que necesitó para ponerse redonda.

PL: Sí, hermoso conocernos desde esta oportunidad, me encanta.
La luna estaba hermosa anoche, sí. También contemplé a Marte, bien naranja, bien cerca de nuestro planeta, dicen que será poblado para 2100.
Volviendo sobre la maleza: me pregunto por qué no fotografiarla, por qué no hacer registros de los ruidos. Interrogantes en los cuales pienso.

LV: Y con respecto al registro concuerdo y me quedo pensando, aún estoy atravesada por el presente, veo cada día sobre todo la primera pieza y lo que me quedó en el cuerpo de la segunda.

PL: Laura, te quedaste sin agua pero estás en La Caleta. Conozco ese lugar, es de ensueño, lejos, lejísimo de un barrio o zona de lujo.

LV: Los modos de ver, de escuchar, no?

PL: ¿Por qué no?

LV: Hacer una escultura es casi siempre hacer un objeto, tallar un material, modelarlo, moldearlo. Pero es sobre todo ¿un modo de ver?

PL: Me vuelve a remitir a la obra cinematográfica de Martel, ella hace un cine donde el sonido o lo auditivo tiene más preponderancia que lo visual.

LV: También alguna vez vi cine al mirar nuestro querido “Los motivos del fuego” recortado en ese horizonte, pero un cine del sur, estepa y povero. No me atrapa el cine de Martel. Con ese sendero de hormiga que trafica humanidad de afuera a adentro del cuadrado de la ciudad. Hoy decía que es la forma de ver de Juan Pablo la que define su obra y también siento que signa nuestra amistad naciente. Nuestra amistad.PL: Gracias, Laura.
Por más diálogo.
Por más encuentro.
Por más amor.

Autores

  • Laura Valencia y Pablo León
  • Laura Valencia

    Actriz, bailarina, coreógrafa y directora, se formó principalmente con Ricardo Bartis, Pompeyo Audivert, Alejandro Tantanian, Daniel Veronese, Ana Alvarado, Omar Fantini, Alma Falkemberg, Ines Rampoldi, Diana Szeinblum entre otros. Ha formado parte del elenco de la compañía Periférico de Objetos de Daniel Veronese y Ana Alvarado, Copetines Deliciosos de Omar Fantini, además de su trabajo como performer junto a otros. Con estas actividades ha participado de diversos festivales y giras en Argentina, Alemania, Francia Italia, España, Chile.

  • Pablo Leon

    Profesor y Licenciado en Artes Plásticas (or. escultura) por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata, FDA-UNLP. Profesor Titular de la cátedra Taller complementario Escultura e investigador categorizado por la FDA-UNLP. Artista plástico. Curador independiente. Clínica de arte.

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