Recibí la invitación para armar una reseña sobre la muestra Domo contemporáneas, que sucedió en el Centro Cultural Islas Malvinas, entre el 8 y el 21 de marzo. Entre medio de esas fechas pregunté cuál era el tiempo límite para entregarla, porque aún no había ido y poder hacerlo requería que acomodara mi tiempo. Un poco porque no me quedaba de pasada a ningún otro lugar, ni cerca.
Hace un rato, charlando con dos amigos, les comentaba que no había escrito nada aún y que tenía hasta el 21 para ir a verla. Ahí me di cuenta de que había caducado mi tiempo.
–Bueno, escribí por qué no fuiste– me dijo uno de ellos.
En ese momento dije: –¡Claro, hay un porqué!
La muestra inauguraba el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, a mi entender, la que lucha, la que sale a la calle, la que exige, la que se hermana y arma manada, la que realmente se entiende oprimida/suprimida, no solo por el patriarcado sino por el capitalismo también. No es un día de celebración, es un día de lucha y conmemoración al centenar de mujeres quemadas durante una huelga, en una fábrica de Sirtwoot Cotton, durante un incendio que se atribuyó al dueño de la fábrica como respuesta a la huelga.
Organizarse, convocarse, mostrarse, ocupar espacios es también una forma de lucha y de conmemoración. Cada una tiene sus herramientas y sabemos que pueden converger en multitud y manada.
Leí una nota sobre esta muestra, que arrancaba con una cita al texto de la curadora: “Del barro, de la hebra, de la línea a la imagen impresa, las mujeres retoman la palabra, el grito. Para seguir escribiendo su historia, creando, produciendo. Recuperando voces silenciadas. Una nueva ola resurge con potencia. Mujer, Domo, Latinoamericana, Artista. 30 mujeres que exponen en conjunto. Convocadas por su arte, reunidas en la lucha”.
La pregunta es: ¿fueron convocadas por su arte o fueron convocadas por su género biológico?
Y esto no es un menosprecio al laburo de las expositoras, a sus diferentes formas de expresión, a las diferentes herramientas que utilizan y mucho menos a lo que cada una en particular y también en conjunto decía, expresaba, contaba.
También leí otras reseñas en las que se tomaba la voz del coordinador diciendo: “es un homenaje a la mujer, a su lucha en pie por la igualdad y a su desarrollo íntegro como persona”.
A lo que pienso: Hermoso. Pero correte, no es tu lugar.
En una revista cultural platense (virtual), leí este párrafo donde hizo cátedra y tiró cv: “[…] ‘Domo’ significa ‘mujer’ en mapudungún (mapuche)”; y que la elección de esa lengua para titular la instalación se debe a que siempre trabajó con comunidades aborígenes y trata de involucrarlas de algún modo. Al respecto, detalla que “ellas también están en lucha porque, si bien dentro de su comunidad son muy respetadas, afuera son discriminadas por ser mujeres y por ser aborígenes”.
Pienso de nuevo: hermoso también, pero correte, tampoco es tu lugar.
Las preguntas que surgen ante esto son: ¿las mujeres necesitamos un “homenaje” a nosotras, que estamos vivas, y a nuestras luchas de absolutamente todos los días? ¿Las mujeres originarias no son productoras también contemporáneas? Existe la marcha de mujeres originarias, ¿también habrá una convocatoria para esa fecha? ¿Por qué no fue una mujer la coordinadora?
Que un varón coordine (recordemos que significa “disponer ordenadamente una serie de cosas de acuerdo con un método o sistema determinado” o “combinar medios técnicos y personas y dirigir sus trabajos para llevar a cabo una acción común”) una muestra de mujeres que se inaugura en el día en el que decimos NOSOTRAS paramos, de mínima me parece una falta de respeto a ese nosotras con mayúsculas.
Es cierto que el coordinar puede asumir otras formas, no direccionando y no oprimiendo. También puede haber sido así la construcción de esta muestra. Pero no deja de hacerme ruido y de molestarme, haya sido como haya sido. Tampoco leo una mala intención o un mal resultado. Pero si leo una voz que está por fuera, que mezcla cosas, que no siente lo que nosotras.
Entiendo que si un lugar (sobre todo estatal) abre sus puertas hay que estar ahí, tenemos bocha para decir, para contar, para mostrar, para gritar, para exigir.
Debo reconocer que el Centro Cultural Islas Malvinas no me invitaba demasiado. Es un lugar en el que he estado de diferentes formas y del que no me llevo los mejores recuerdos. Los tipos de vínculos autoritarios, de poco diálogo, las condiciones de trabajo, el cuerpo que requiere como si se estuviera montando en un espacio autogestionado (cuando es un lugar estatal), las censuras y las clausuras. Todo eso no se borra, queda en la memoria, al menos en la mía.
Sumado a esto, que no ha cambiado y que he vivido cuando otro gobierno, se le suma un gobierno que hace agua por absolutamente todos lados en lo referido a los derechos de lxs humanxs. Cada vez menos políticas pensadas para los pueblos. Cada vez más explotadxs.
¿Las productoras/expositoras cobraron por su trabajo? ¿La curadora cobró por su trabajo? ¿El coordinador cobró por su trabajo?
La institución abre sus puertas pero no reconoce tu trabajo. Aún no entiendo cuando se plantea que una institución te legitima como “artista”: ¿de qué sirve si no te paga y está vacía de redes para seguir circulando como “artistas”? Todo ese trabajo siempre lo hacemos nosotrxs, armamos redes, buscamos lugares, nos relacionamos, pagamos nuestras materias primas de producción, pagamos nuestro montaje, nuestros viáticos, ponemos nuestros cuerpos y nuestras horas/trabajo.
Estamos ahí para llenarles los medios de comunicación con fotos de producciones totalmente ajenas a ellos y con decires que se apropian, pero que no les importan. Insisto de todas formas: si un lugar (sobre todo estatal) abre sus puertas hay que estar ahí, tenemos bocha para decir, para contar, para mostrar, para gritar, para exigir. Pero también insisto en que no olvidemos en dónde estamos cuando estamos en esos lugares.
Ante todo esto, y entendiendo que la esperanza la pongo en los cuerpos feminizados, en los cuerpos menstruantes, en los cuerpos disidentes, no hago más que llenarme de preguntas.
¿Nos damos cuenta de nuestra capacidad de construir? ¿Nos damos cuenta de nuestra capacidad de de-construir y construir?
¿Entendemos cuáles son los vínculos en los que nos mantenemos activas y en los que somos pasivas? ¿Cómo nos vinculamos en los diferentes ámbitos? ¿Cómo nos vinculamos con las diferentes personas? ¿Vemos cuándo estamos siendo subordinadas?
Un amigo artista una vez me dijo que todas y todos nos vinculamos por necesidad a algo, lo que sea. Me pregunto si entendemos cuál es nuestra necesidad y cuál es la necesidad de una institución enmarcada en un gobierno que va en contra de todos nuestros derechos.
A las pibas, a las expositoras y a la curadora, mi abrazo incondicional por su trabajo. Un abrazo lleno de preguntas que son para ustedes y para todas –en donde me incluyo–.
La foto es de SADO. Podés ver el álbum completo acá.