paraíso de la escultura, angaú de los escultores

Franco Durante

En tiempos de juegos olímpicos, Franco Durante arroja algunas preguntas sobre los certámenes y competencias en el campo del arte. Crónica del Premio Desafío en el marco de la Bienal del Chaco 2016.

Son las 5 am y están trabajando. Hace veintidós horas que están trabajando sin pegar un ojo. Seguirán trabajando hasta el mediodía, alcanzando una jornada laboral de 28 horas. Las palabras para entender esto son: desafío, semillero, futuro, promesa, talento, garra, sacrificio, mérito, pasión, fortaleza, juventud. Palabras que se aglomeran sobre un fondo ensordecedor de motosierras, amoladoras, soldadoras, taladros, martillos, compresores. Pero todo lo que no es herramienta está somnoliento, dolorido y extenuado. Para estar ahí, han debido pagar un seguro por cualquier accidente que pueda suceder. Sus cuerpos fríos sudan aserrín de urunday.

Es Resistencia. Es la tierra del Chaco, tierra de quebracheros y algodoneros. Trabajos que fueron retribuidos con fichas o vales para ser presentados y usados en las despensas y mercados de sus mismos empleadores.

Ahora, a las 5 am, están trabajando. Es arte. Es una competencia. Hay un ganador (gracias al pedido de lxs participantes, se incorporó a esta edición un segundo puesto, que alcanza una cuarta parte). Lxs demás volverán a sus provincias sin paga. Lxs más entusiastas harán cotizar la experiencia. Si el dinero no es el único premio, lxs ganadores harán valer su primer puesto ante organizadores de este tipo de eventos para ser seleccionados en otras instancias.

En las afueras de Resistencia he visto niños trabajando en hornos de ladrillo, acomodándolos para el secado. Están aprendiendo el oficio, pero no existe para ellos la categoría ad-honorem.

De cada provincia puede participar un grupo de 3 estudiantes, pero no de todas han asistido: en varias no han conseguido apoyo económico para solventar los gastos –pasajes, materiales, insumos, herramientas, seguros–. Lxs no-ganadores en esta ecuación son trabajadores ad-honorem, necesarios para que este evento pueda funcionar. En sus provincias retomarán sus hábitos de estudio donde los esperan otros exámenes. La que están rindiendo ahora es una prueba difícil para distinguir a lxs mejores estudiantes, una práctica educativa que responde a modelos pretéritos, cuando las preocupaciones actuales son hacer del aprendizaje algo bien distinto al sacrificio y la sobrecarga horaria.

La organización ha seleccionado a un grupo de cada provincia y el capital económico está ahí para hacerlos competir, para que sean rivales. Está naturalizada la competencia para elegir al mejor, pero cabe preguntarse si podría el dinero haber propuesto otras pautas donde el encuentro colectivo sea el motor.

Ellxs son parte de la Bienal Internacional de Escultura 2016, en la que participa aproximadamente una decena de artistas internacionales. Pero no ha habido oportunidad de intercambiar ideas y pareceres sobre el arte entre ellxs, porque los apremia el tiempo y la organización no ha contemplado estas instancias. Pronto lxs estudiantes volverán a sus provincias, los extranjeros a sus países. Habrán estado trabajando a pocos metros de distancia, pero prácticamente no se habrán encontrado. Los artistas internacionales también compiten, pero hay un caché para todxs ellxs y respetan una jornada laboral estándar. Lxs estudiantes podrán hacer valer sus derechos, pero primero deberán haberlos ultrajado y sólo algunos merecerán ser reconocidos como grandes artistas.

“Como en los experimentos con perros de Pavlov (que, simplificándolos al máximo, demuestran la forma en que la mente establece relaciones entre dos objetos distintos: al final el primer objeto se olvida y por ende se convierte en otro) ha ocurrido algo, aunque no podríamos decir qué es” (Auster, 1982). El obtener la premiación se ha vuelto la campana y la comida ha perdido importancia. La competencia activa la salivación, secreta energía en la madrugada para sobrevivir a jornadas contra las cuales los mártires del trabajo ya han sido colgados en plaza pública. ¿Quién hace sonar la campana? Se ha diseñado un espectáculo del arte y el trabajo y cabe preguntarse la responsabilidad de estas condiciones. Siendo que en el campo artístico la reproducción es un tema muy desarrollado, ¿por qué existe en este tipo de eventos la reproducción de métodos competitivos y de explotación para valorar la calidad artística? La competencia se desarrolla en un parque público al cual asisten miles de espectadores, uno de los propósitos es visibilizar el proceso de creación artística, pero en la madrugada no hay quien observe, sólo se oye la campana.

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