¿Qué hacer con la historia familiar? ¿Cómo contar que tu abuelo fue Carlos Marx?
Un Citroën amarillo, una mesa, un enorme pizarrón verde y dos hermanes. Elementos necesarios para reconstruir un pasado familiar atravesado por la política y el arte, un pasado en permanente diálogo con su contexto social y político. Una historia biográfica personal, pero que también es la historia de un país y la de varias generaciones.
Una clase sobre marxismo nos da la bienvenida. Emiliano es historiador y se nota, un cuadro sinóptico sostiene el guión y propone vínculos posibles y apretados. ¿Dónde ubicar al menemismo?, seguramente muy lejos del comunismo, pero cerca del 2001 y del 2021 también, porque acaba de morir y el 2 y el 1 lo saben.
Emiliano y Ximena son hermanes y no son actores, no dramatizan el texto, le cuentan al público anécdotas de su familia. El protagonista es el archivo. Les hermanes lo leen, lo desarman, lo comparten, lo despliegan, lo expanden y lo inventan. Tratan de encontrar en esas fotos, cartas, recuerdos y lugares un modo de seguir conociendo y conversando con sus padres, con sus abueles y tíes, con todos sus parientes que ya no están en este presente. Tratan de contarnos, cómo todos esos relatos construyeron su identidad.
¿Cuánto de nosotres hay en los hechos de les otres?
Emprender el profundo camino de la reconstrucción. Ser le historiadore de tu propia historia familiar y no olvidarse del contexto. Marxismo, comunismo, maoísmo, dictadura militar, militancia, exilio, democracia, menemismo, la crisis del 2001, los protocolos pandémicos y la vacuna rusa. Y tal vez, en la próxima función, con la vacuna china ya aterrizada en nuestro país, aparezca otro guiño con el presente. Rusia y China, comunismo y maoísmo, El padre y La madre. Opuestos ideológicos similares que se atrajeron y criaron dos hijes.
Entre obra de teatro documental y suceso performático, Ximena y Emiliano, despliegan en escena un mecanismo que recuerda al biodrama y a las constelaciones familiares. No se oculta el artificio, todo se ve. Les técnicxs, los elementos, el detrás de escena y la no actuación. Lo real y la ficción se confunden, pierden sus fronteras, como en las películas de Lars Von Trier o en las obras de Vivi Tellas.
La danza aparece como un momento de exorcización. La danza que suplanta la palabra y ayuda a soltar tanta historia, a descansar de tanto texto, de tantos recuerdos. Los ancla en el presente. El cuerpo desenfrenado que baila frenético para calmar las ausencias. Y la danza coreográfica que, sincrónica y acuática, va asimilando el final y se calma, porque ya se contó todo lo que se quería contar.
Estoy sentada, junto con otres amigues, en un galpón que fue parte del puerto de Rosario y que hoy es Centro de Expresiones Contemporáneas. Hace mucho calor, pero casi que ni me acuerdo de la temperatura. Pasaron más o menos 50 minutos de plena atención, me observo con el cuerpo atravesado, conmovido y recordando, porque también viví el menemismo y la crisis del 2001.
Es muy probable que 20 años atrás me haya cruzado con Ximena y Emiliano en el monumento y que hayamos cantado a coro “que se vayan todos que no quede ni uno solo”. También tuve un pariente perseguido y exiliado por la dictadura, también crecí en una familia de izquierda y atea y también me quise bautizar a mis 9 años, no sé si por rebeldía, pero sí para sentirme parte del rebaño y no ser tan distinta. La historia individual hace coro en muchas otras historias. La familia conforma nuestra identidad, pero también los contextos sociopolíticos nos construyen y ahí nos reconocemos parientes.
Estamos todes tirando esas mismas piedras, hacia algún lugar, cansades de tanto neoliberalismo y queriendo que la tortilla se vuelva. Siempre lloro cuando escucho esa canción. Lo veo a mi tío, medio borracho, en una mesa familiar arengando para que el canto sea colectivo. Somos muches les que nos reconocemos como Les nietes de Carlos Marx.
Ximena y Emiliano nos regalan e invitan, en un abrazo cálido y generoso, a formar parte de su comunidad, porque ritualizar la memoria histórica nos espeja y nos encuentra juntes, en un mismo Citroën amarillo, que no funciona, pero que empujamos entre todes.
En escena: Alejandro Martín, Carla Cattaneo, Claudio Lo Giudice, Emiliano Pereyra Lucchese, Tania Scaglione, Un fantasma que recorre el CEC y Ximena Pereyra
Dirección: Tania Scaglione y Ximena Pereyra
Producción, asistente de dirección y vestuario: Carla Cattaneo
Dramaturgia: Tania Scaglione y Ximena Pereyra
Diseño de Iluminación y técnico audiovisual: Alejandro Martín
Diseño de sonido y músico: Claudio Lo Giudice
Coreografía: Alejandra Valdés
Instalación: Ximena Pereyra