Venimos de una escuela para los que pueden soñar
– ¿Y para qué sirve soñar?.- Para soportar el seguir despertando.
Primera parte
Naturalmente, una inauguración es una invitación, un evento social en donde se presenta algo ante todos. Tan instituido está que a veces atropella en su esplendor, en un primer momento, a aquello que fue motor y origen: la producción.
Una inauguración es una de las muchas capas que se dan -y son lícitas- sobre el mecanismo de difusión y circulación de la producción artística. Es una producción en sí misma, que propicia miles de intercambios imposibles sin su existencia.
Para los amantes del silencio visual, aquellos más huraños, a veces es necesario un acercamiento íntimo, para poner verdaderamente en diálogo a la obra. Aun encontrándome en ese grupo, muchos motivos fueron los que me guiaron con entusiasmo el 16 de diciembre pasado a la sala Microespacio en el Museo Provincial de Bellas Artes, para inaugurar EAD.
Hacía mucho tiempo que no me sucedía sentirme parte de una procesión, de una manada que se manifiesta en apoyo, en defensa, en goce y respeto de algo tan fuerte como la producción artística contemporánea.
Debe entenderse enmarcado en el contexto en que vivimos, claro. Puedo hacer un punteo de cuáles fueron los motivos que desencadenaron mi sensación, claramente. Y lo hago, porque creo que si confieso estas razones, muchos coincidirán conmigo, el entusiasmo será compartido y estimularé a acudir a la cita, que se extiende hasta el 29 de enero de 2017. Intentaré darles mis razones sin contar nada crucial que vaya en contra de la curiosidad de asistir, físicamente, al encuentro.
Porque una muestra es una cita. Eso nadie lo duda. Una cita en un tiempo y en un espacio real.
- Es una producción pensada en conjunto, no una muestra de un conjunto. La producción está desarrollada por un equipo de trabajo con todo lo que eso implica: propuestas, debates, acuerdos, creación.
- Los que producen no tienen el título de pintores, ni escultores, ni dibujantes, y sin embargo, están en una sala del museo.
- Parten de una idea, no representan algo que existe. Por el contrario, diseñan algo que nunca llegó a concretarse. No quedan en el relato de lo obvio, en la superficie, sino que dan una profundidad a la presentación que va más allá. Requieren y promueven como productores al interlocutor creativo, al curioso, al que acepta cuestionarse, al que logra librarse de la anestesia diaria.
- Proponen como tema, al menos en el título, la energía, justo en este momento de nuestra existencia. Y digo en el título, porque los temas que se precipitan, a partir de la cita con el universo presentado, son muchos más.
- Inevitablemente, por la gráfica y con la suma del título, un flash retro-temporal atraviesa todos nuestros sentidos.
Y todo esto antes de llegar.
Podríamos preguntarnos por qué tres jóvenes (dos provenientes del campo del diseño industrial y uno del área de cine) desembarcan su producción conjunta y “rara” en un espacio destinado a la exhibición artística más tradicional. Tres. Y eso pone todo mucho mejor. ¿Cómo se juntaron, de dónde se conocen, por qué lo hacen? ¿Qué podemos esperar de ellos en un espacio de arte? ¿Cuáles serán las razones por las que, a pesar de todo, las personas eligen trabajar en conjunto y no individualmente?
La existencia del debate de las ideas, como etapa previa, fértil y exquisitamente placentera a la producción estoy segura de que es búsqueda fundamental de este equipo. La necesidad de tener una creación compartida, un sueño colectivo que ampare, nos ampare, de las soledades diarias. Una práctica que ayude a recorrer y a comprender el pasado desde un presente que se nos vuelve caótico y adverso.
Segunda parte
En el sitio, recorremos la puesta.
Allí la materialización de algo que el tiempo encapsuló. Y ahora los autores plantean develar.
Para Fabricio Basilotta, Sebastián Grandi y Verónica López mostrar tiene sentido.
La propuesta no es plana, no es virtual, no es cuadro, sino objeto, instalación, circuito. Es la presencia real como herramienta de enlace. Algo con una capacidad mágica de transportarnos por sus formas. Suave piel de esmalte lácteo plagada de mediatintas para hacernos pensar, aun sin quererlo. Una invitación que como cualquier otra, no es sólo del encuentro, sino de todo lo que pasa a partir de él, del entregarse a la experiencia con eso que se nos propone para observar.
Un exhibidor que nos invita a recorrer y que nos distancia a la vez de este conjunto de cuerpos misteriosos. Muchos son los datos que los autores nos hacen llegar, variadas sus procedencias, todos convergen en la reconstrucción de los hechos.
Es un repaso por la historia. Es reconocernos.
La obra nos responde.
¿Y si nunca hicimos la pregunta?
Igual nos responde con su presencia, nos interpela.
Eso encuentro.
Encuentro una utopía. Una más.
Me reflejo en algo que desconocía y sin embargo es tan mío, tan nuestro. Como en un dron al pasado, hacemos un viaje lento a lo absurdo, a la mentira.
Con hermosísima ternura, me sorprendo con la memoria, con la mirada hacia el repaso.
Eso somos, nos consuela, sin dejar de tener humor… un canto a la resistencia.