entre la palabra y el cuerpo

Delfina Serra

La exhibición El cuerpo aún, curada por Lucía Savloff en el Centro de Arte de la UNLP, pone en diálogo producciones artísticas que abordan al cuerpo como territorio de exploración. Ante esta propuesta, ¿por qué no invitar a unx profesional del cuerpo para hacer una lectura de la muestra? Médicxs, biólogxs, terapeutas, estilistas, cirujanxs, yoguis, instructores de mil disciplinas y prácticas corporales… hasta que nos cruzamos con Delfina Serra, desparramada en la sala, entre las obras. Como bailarina, habita la escritura con incomodidad, pero acepta con entusiasmo el desafío.

Imagen de Mayor aproximación posible de Magdalena Milomes


¿Cómo empezar a desplegar con palabras lo que me sería tan fácil desarrollar en movimiento físico? Pienso en la posibilidad de hacer una reseña bailada, pero prefiero no hacerlo; prefiero incomodarme entre la palabra y el cuerpo.

Imagen de Canta a mí misma de Julia Sbriller


Mientras estoy en la muestra juego a imaginar qué vínculo tiene cada artista con su esquema corporal: imposible saberlo, pero me dan indicios de cómo cada unx despliega el asunto del cuerpo como territorio de exploración.

O mejor, me dan indicios para explorarme a mí.


Ese bruto destello

Las obras de Rosana Schoijett y Micaela Trucco me permiten reconocer el primer momento de mis propios registros corporales.

La serie de Rosana, fotografías de magnetismos de distintas formas y direcciones, limaduras de hierro que dejan rastro de un imán, me recuerdan al primer momento en que hago un registro corporal. Estallidos que quedan dentro de la obra, relaciones entre las partes, la intimidad de lo que siento. La respuesta a un estímulo. Me río cuando leo que pertenecen a una serie llamada Una mujer bajo influencia.

Pego una vuelta hacia donde está el trabajo de Micaela: unas formas tridimensionales, a las que a primera vista no presto atención. Miro sobre la pared y me doy cuenta de que las acompañan unos dibujos de personas sin rostro, que ponen su mano en distintas partes de su propio cuerpo. Interpreto que cada forma tridimensional es una parte de lo que toca ese dibujo. Juntas me hacen reflexionar sobre esa primera sensación o imagen bruta del cuerpo que aparece, o construyo, que no es como la estudié en Anatomía. Luego sí, porque la medio por mis conocimientos, pero primero se me aparece como un destello, o un íntimo estallido.

Mientras me desplazo por la sala, la obra Sin título (paralelas) de Santiago Poggio me invita a preguntarme y reconocer cómo se modifica mi postura cuando entro a una muestra. Una hoja cuadriculada plegada en la esquina, sobre la cual hay cuerpos pintados que parecen estar dándose descanso, en posiciones diversas. Por delante, dos varillas de bronce con dos hojas colgadas: estas no tienen cuerpos.

Ahí me tiro al suelo, comienzo a escribir esta reseña.

Entonces me pregunto qué sucedió para que no me quede con los brazos hacia atrás como suelo hacer, qué me habilitó a desparramarme un poco más, a sentirme más cómoda.

¿En qué momentos me solidifico?


Restos archivos

Aunque a algunxs no les guste, somos cuerpo y nuestro cuerpo, como el disco C o D de la PC, puede archivar. Paula Giorgi me da un indicio más. Su obra está compuesta por Palestina monamour (video collage con tomas de drones sobrevolando Palestina), Geología del tiempo y Arena (archivo carpeta/libro). Estoy un buen rato, veo página por página de Arena y me pregunto: ¿cómo archivo en mi cuerpo?, ¿cómo archivo en mi piel?, ¿de qué manera?, ¿con qué me quedo?

Mis cicatrices, ¿son mis huellas o mis archivos?
Mis gestos, ¿son archivos de otros gestos?

No me salen palabras para explicar cómo, pero Paula me invita, además, a jugar al juego de la desarmonía, a aceptar el sinsentido.

Sigo andando por la muestra y ante el trabajo de Santiago Goicochea pienso en la duración de un traslado. ¿Cuánto dura que mi cuerpo entero llegue a un lugar? ¿Puede pasar eso?

Ser acá. Ser acá y estar siendo allá, al mismo tiempo.

¿El destino es cuerpo?

En diálogo están sus fotografías sobre la pared, que inmediatamente me hacen preguntar ¿cómo es el cuerpo en la calle?, ¿cómo se cubren los cuerpos para que se ausenten?, ¿cuándo un cuerpo está ausente?

Transversal a las palabras anteriores, el trabajo en colaboración de Sofía Saunier y Santiago Gasquet motoriza mi gesto rebote: mirar hacia afuera para mirar hacia adentro, observar mis propias prácticas. Sobre una pantalla, el testimonio de Carla Farias en el capítulo #49 de Trans-ur, y a un costado, girando en el centro del espacio, un retrato de Sofía. De un lado ella, del otro, un espejo, yo.

Rindámonos tranquilxs, la pantalla ya es cuerpo

La obra de Julia Sbriller me invita a pensar sobre lo artificial o lo externo en mi cuerpo. ¿El celular es un intruso o un órgano básico? Sus trabajos se me hacen cuerpo inmediatamente. Estimulantes, permisivos a la contradicción y abiertos al disfrute. Fukú/Zafa (cuya traducción es maldición y contrahechizo), fotografía; Canta a mí misma, video que inmediatamente te sumerge; y Mientras dormimos acá, estamos despiertos en otro lado, proyección en loop de fotografías sobre papeles colgados que, por su liviandad, se mueven cuando te acercás.

Imagen de Mientras dormimos acá, estamos despiertos en otro lado de Julia Sbriller


Después de este recorrido corporal entiendo por qué me des-solidifiqué: porque
El cuerpo aún te invita a desparramarte por un rato, a preguntarte y contestarte que a las palabras se las hace cuerpo, si no, se borran.

Otras obras que también formaron parte de la exhibición: Nadie se baña dos veces en el mismo río de Gabriel Colasurdo, Imunização Racional (Que Beleza) de Pilar Falco, Crisantemos, Una especie de paraíso y El carro de Apolo de Teresa Giarcovich, Unclassified de Agustina Girardi, Disfruta! de Paula Massarutti, Sin título (Lluvia) de Sebastián Mercado, 4/44 de Joaquín Wall y Mayor aproximación posible de Magdalena Milomes.


                            
                    

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