algo distinto se moviliza en la sala

Marina Panfili

Visiones ensambladas. Reencuadres a la obra de Batlle Planas, en el Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Pettoruti”, La Plata + ¡EPA, visuales!, en el Bachillerato de Bellas Artes, La Plata. Noviembre de 2015.

La obra de Juan Batlle Planas nunca me había generado curiosidad y, por ese motivo, poco sabía de ella. ¿O es al revés? Como la conocía tan poco, nunca me interesó. No sé cuál es el sentido de esta ecuación, o si es que tiene algún sentido. Intuyo más bien otra posible explicación: los relatos sobre el arte pueden promover tanto la curiosidad como la absoluta indiferencia respecto de las prácticas a las que refieren. La historiografía del arte nacional (léase porteña) ha insistido en asociar la obra de Batlle Planas con el surrealismo, poniéndola en relación con la producción de otros artistas activos en las décadas de 1930 y 1940. Aldo Pellegrini (poeta y teórico del surrealismo en Argentina) lo había clasificado como “neorromántico”, en un intento por señalar matices respecto de esa tendencia. No es extraño que esta secuencia de lecturas haya obturado por completo cualquier incipiente pulsión de conocer.

Por eso, cuando me enteré de que los integrantes del Pipe estaban trabajando en una futura exposición a partir de una colección patrimonial de la Universidad Nacional de La Plata conformada por obras de Batlle Planas, no pude más que compadecerme de ellos. El Pipe, acrónimo por Programa de pasantías en Investigación y Producción de Exposiciones, es un sistema de pasantías no rentadas dirigidas a estudiantes avanzados y graduados recientes de las carreras de Artes Plásticas e Historia del Arte de la UNLP (coordinado por el Instituto de Historia del Arte Argentino y Americano de la Facultad de Bellas Artes y la Secretaría de Arte y Cultura de la UNLP). Los pasantes realizan las tareas de investigación, elaboración del guión curatorial y diseño museográfico de una exhibición, así como el montaje y las actividades de mediación, para las cuales además convocan a otros especialistas.

El viernes 13 de noviembre inauguraba la exposición en el Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Pettoruti” y me movió el deseo de acompañar a los amigos. La única imagen de Batlle Planas que tenía en mente era una de esas reproducciones a doble página (y amputada) de la colección de arte argentino de Banco Velox. Una pobreza absoluta. Entré al museo sin mirar y empecé la rutina de saludar a amigos y conocidos. Me sorprendió la cantidad de asistentes, sobre todo de niños. Entre saludo y saludo me fui metiendo en la muestra.

Pronto descubrí que algo distinto se movilizaba en esa sala. El espacio había sido modelado a voluntad y orientaba el recorrido, generando algunos efectos sorpresa. Las obras (pinturas y dibujos), organizadas en núcleos temáticos, estaban acompañadas siempre de algún recurso que permitía la interacción del espectador. Lejos de la inscripción unívoca de la producción de Batlle Planas en el surrealismo, se abría una multiplicidad de conexiones y yuxtaposiciones impensadas. No sólo se aludía a la utilización del automatismo como procedimiento para la construcción de imágenes, sino también a las diversas lecturas y consumos que vinculaban al artista con las modernidades de su época así como con ciertos pensamientos no tan modernos, que lo mostraban como observador del mundo urbano contemporáneo a la vez que estudioso de mitologías de larga data. El mundo de las publicaciones, las tecnologías radiográficas, la simbología numérica y mística e incluso el psicoanálisis aparecían como algunas de las referencias recurrentes. Ya inmersa en el clima de la muestra, y recién al final del recorrido, llegué a la vidriera del museo, buscando, hurgando. Me encontré con la recreación de una intervención que Batlle Planas había hecho en la vidriera de la tienda Harrods de calle Florida. Un hallazgo del equipo haber sabido aprovechar ese espacio, que el mismo museo no ha podido capitalizar hasta el momento: el desafío de activar una vidriera en una zona comercial bastante exclusiva, que incluye hitos tan diversos como la librería-galería Siberia o el Pasaje Rodrigo.

Oportunamente, los textos de sala insistían en una poética del fragmento. Echando mano de la misma retórica fotográfica (o cinematográfica) que sobrevolaba la curaduría, añado a las ideas de encuadre, desencuadre y reencuadre la de montaje para pensar las visiones ensambladas. El montaje como procedimiento que combina las operaciones de descontextualización y recontextualización para reunir fragmentos de diferentes orígenes y así producir nuevas imágenes y, por qué no, nuevos mundos. Materializado literalmente en el cuaderno de recortes del artista que aparecía en exhibición, subyacía a la totalidad de la muestra en tanto que esta hizo visible una constelación de referencias diversas en la obra de Batlle Planas.

En estos días de pensar la política y lo político, es importante señalar cuando dentro de la academia, y también a pesar de ella (de sus formas, de sus tiempos, de sus burocracias, que a veces tiran abajo proyectos y obstruyen cursos de acción), se generan espacio-tiempos de pensamiento y producción y su puesta en público. El equipo del Pipe consiguió activar la obra de Batlle Planas y discutir algunas de las lecturas más repetidas de la Historia del arte, a través de una propuesta atractiva y accesible a distintos públicos –lo que lamentablemente no suele ser regla en el Museo Provincial–.

Y acá me permito una digresión. El mismo viernes de la inauguración de Visiones ensambladas, se abría al público la producción que los alumnos del último año del Bachillerato de Bellas Artes (colegio secundario dependiente de la UNLP) realizaron en el marco de uno de los espacios curriculares: EPA visuales, el Espacio de Profundización en Artes Visuales. De carácter optativo, es un espacio conformado por tres asignaturas desde las que se trabaja conjuntamente en el desarrollo de un proyecto personal. El impacto de la exhibición fue análogo al anterior: una muestra de fin de año que nada tenía de “escolar”. Sin hablar de los múltiples procesos que se intuían detrás de cada producción y de la tarea concienzuda de curaduría, sorprendía la presencia de propuestas insertas (o con posibilidades de hacerlo) en un circuito de consumo real: publicaciones, audiovisuales, piezas de diseño gráfico, de indumentaria y objetos (que efectivamente serían comercializados posteriormente). Una cantidad de habilidades puestas en práctica con perspectiva de trabajo.

¡epa!, ¡pipe! parecen meras interjecciones, pero no balbucean: piensan, problematizan, editan y hacen público. Lo que resulta, más allá del evento de la exhibición, son fotos de equipos de trabajo. Lo que se activa son formas de construcción dialógicas y prácticas profesionales concretas.

ver fotos inauguración Visiones ensambladas

ver fotos ¡EPA, visuales!



                            
                    

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