¿qué se puede aprender de arte en la escuela?

Flavia Tersigni

Frente a la cantidad y variedad de espacios en los que se enseña y/o aprende arte -o desde el arte-, empezamos a preguntar y preguntarnos por esos distintos modos, por los sentidos que se construyen en cada uno de ellos, por las intenciones, por las articulaciones con algo que podamos llamar “arte contemporáneo”.
Uno de esos ámbitos es la escuela pública.
¿Qué se puede aprender de arte en la escuela? ¿Cuál es el sentido (o los sentidos) de enseñar y aprender arte? ¿Cómo se articulan con el arte contemporáneo las prácticas formativas en la escuela?

“Hoy se enseña en la escuela a vincular el arte con los proyectos de vida. Se enseña a imaginar mundos posibles. Se aprende a romper con lo establecido, a modificar lo circundante.”

“El desafío es pensarse en el interrogante, siempre les pregunto a mis estudiantes: ¿verdaderamente creen que existe un lápiz color piel?, ¿creen que en una única grilla entran todos los cuerpos?, ¿creen que la perspectiva es la única manera de mirar el mundo y componer en el espacio?, ¿cuántas mujeres artistas conocen?, ¿por qué el negro está abajo en la escala de valores?, ¿el uso de la tecnología es lo que define el arte contemporáneo?… y me sigo preguntando y les sigo preguntando cuánto más nos dejaremos colonizar.”

Si nos preguntamos qué se puede aprender de Arte en la escuela, en principio y siendo políticamente correctos, podríamos decir que lo que prescriben los diseños curriculares, lo que se ha discutido como saberes socialmente valorados. Ahora bien, cómo ocurre esa transposición de saberes y qué sucede verdaderamente en el aula, es lo que importa y lo que debemos analizar. Para los que tenemos la maravillosa posibilidad de pensar junto con los docentes en las capacitaciones lo que se va a enseñar y además participamos de la formación docente en la universidad y escribimos diseños y propuestas curriculares en el nivel central, no hay mayor desafío que entrar al aula todos los días con la convicción de que aquello que pensamos como posibilidad o imaginamos como deseable puede concretarse.
En mi experiencia de trabajo cotidiano con los pibes y pibas se renueva todo el tiempo lo que hemos acordado por escrito en los diseños. También cuando planificamos en la escuela con mi compañera de departamento. Por qué digo esto, simplemente porque el conocimiento se actualiza y también se contextualiza. No hay saberes universales, neutrales y absolutos. No hay contenidos sin sujetos que se los apropien. Y cuando digo sujetos me refiero a las mediaciones que hacen tanto los estudiantes como los docentes. Entonces, pensar el Arte en la Escuela implica pensarnos como responsables de su enseñanza. Para ello es indispensable que, como tales, revisemos desde qué lugar entendemos a las prácticas artísticas y desde qué concepción comprendemos el Arte. Mucho ya se ha discutido acerca de los paradigmas que subyacen a las prácticas en la educación artística y parecería ser que la discusión se ha quedado allí. A lo largo de estos últimos diez años se han creado infinidad de resoluciones federales, mesas de debate nacionales, la Coordinación Nacional de Educación Artística ha construido un marco normativo, curricular, pedagógico y conceptual sobre cómo entender el arte y su práctica escolar. A nivel provincial hemos discutido la formación artística en todos los niveles y modalidades. Se han creado espacios de intensificación en Arte en contextos diversos y en nuevos programas como Centros de escolarización o escuelas pluriaño. Hemos construido bachilleratos orientados en Arte. Democratizando el acceso de los lenguajes artísticos a todos los jóvenes del país.
Los docentes de arte tenemos una larga tradición en el sistema educativo y considero que muchas veces encorsetamos nuestras prácticas a esquemas preconcebidos. Pero también considero que se enseña y se aprende mucho de Arte en las escuelas. Digo esto porque se suele comenzar a escribir los textos sobre educación artística desde un lugar un tanto común. Se dice que aquel es tradicional, que el otro es tecnicista, aquella espontaneísta o expresivista contraponiendo ello al ser crítico. Creo que dicha taxonomía ha ocasionado un encasillamiento de las prácticas dejando a los y las docentes un temor frente a la acción. ¿De qué hablamos cuando decimos ser críticos y propositivos? ¿Cómo podemos empezar a pensar nuestras prácticas y nuestras ideas previas acerca de ellas? ¿Cómo generamos proyectos que vinculen a nuestros pibes y pibas con la práctica artística? ¿Cómo miramos a esos pibes y pibas como sujetos de derecho a ejercer esas prácticas? ¿Cuáles son los procedimientos de los que los estudiantes se valen para metaforizar sobre su realidad? ¿Qué dispositivos son los más adecuados para construir sentido artístico? ¿Cómo hacemos como docentes para articular las dimensiones conceptual, productiva y analítica? El interrogante sobre la práctica y el ejercicio de la duda como acto político es tarea del docente. Humildemente entiendo que estos cuestionamientos son la condición para pensar qué queremos que se aprenda en la escuela.
Creo que, en primer lugar, la mejor clase de arte es aquella que se da. También aquella que se prepara discutiéndola con otros y otras. Pero también aquella que se retroalimenta con la genuina experiencia de preguntarle al otro u otra sobre lo que cree haber aprendido.
Hoy en la escuela enseñamos Arte los que con convicción pensamos que vale la pena hacerlo. Cuando logramos pensar el lenguaje artístico dejando la neutralidad o mejor dicho entendiendo que la neutralidad no es propia del campo artístico. Hoy se enseña en la escuela a vincular el arte con los proyectos de vida. Se enseña a imaginar mundos posibles. Se aprende a romper con lo establecido, a modificar lo circundante.
Aprender los lenguajes o disciplinas artísticas en la escuela es enfrentar el desafío de convivir con lo diferente y poner en valor la diversidad. La escuela es el lugar por excelencia donde convive lo diferente: diferentes cuerpos, diferentes miradas, diferentes espacios, diferentes tiempos, diferentes resoluciones, diferentes modos de hacer, decir, pensar. El arte enseña a poner en discusión estos conceptos que nos atraviesan y enmarcan: Cuerpo, Mirada, Espacio, Tiempo, procedimientos, dispositivos, etc.
El Arte contemporáneo nos desafía a utilizar la “cultura como escenario” (diría Bourriaud), a reprogramar obras existentes, a habitar estilos y formas historizadas, a hacer uso de las imágenes, a utilizar a la sociedad como un repertorio de las formas, a investir la moda, los medios masivos. Nos invita a recurrir a formas ya producidas: por lo tanto nos interpela a conocer esas formas, a reinventarlas, a resignificarlas. Pero también a repensarlas, criticarlas y hasta desecharlas. Hoy tenemos la maravillosa oportunidad de bucear en las formaciones de “la historia del Arte” y encontrar sus silencios, sus hilos invisibles, sus luchas. Detrás de esas “luchas acalladas” están las otras historias y los otros productos de la historia. Entender la cultura en su artificialidad, en su disputa, es entender que lo que hoy entendemos como Arte es una construcción pero que podría haber sido otra y nos brinda la posibilidad de encontrarnos como sujetos activos dentro de esa disputa por la legitimación de sentido.
Como docentes, como artistas y como estudiantes de Arte colaboramos en la construcción de lo que hoy entendemos por Arte Contemporáneo. Pues bien vale la pena, en este escrito, discutir qué es lo que lo caracteriza. Quiénes o quién pueden adjudicarse los rasgos que definen lo contemporáneo. Si más arriba citaba a Bourriaud para tratar de definir algunos rasgos, me pregunto si con ello no creo un estatuto, si con ello no colaboro en su propia definición. Pero también me pregunto si cada vez que ingreso al aula debería hacer explícito ese posicionamiento, aunque más no sea para mí. Termino pensando que es un tanto paranoico y vuelvo a imaginar que esos cuestionamientos me atraviesan y también me constituyen como docente, como mujer, como artista y como protagonista de esta época.
El desafío es pensarse en el interrogante, siempre les pregunto a mis estudiantes: ¿verdaderamente creen que existe un lápiz color piel?, ¿creen que en una única grilla entran todos los cuerpos?, ¿creen que la perspectiva es la única manera de mirar el mundo y componer en el espacio?, ¿cuántas mujeres artistas conocen?, ¿por qué el negro está abajo en la escala de valores?, ¿el uso de la tecnología es lo que define el arte contemporáneo?… y me sigo preguntando y les sigo preguntando cuánto más nos dejaremos colonizar.

 

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