los intersticios de un tiempo no querido

Federico Urtubey

El viernes 9 de agosto las paredes de la Sala Microespacio del Museo Provincial Emilio Pettoruti se volvieron amarillas y negras. La sala empapelada con dibujos, preguntas y crónicas de actividades habla de una realidad que se esconde: la situación de los pibes privados de libertad. La muestra es de El Vendaval, un grupo donde pibes y talleristas, que no gustan hablar de “clase” sino de “hacer taller”, experimentan horizontalmente con el arte y construyen de manera colectiva. A Federico le llamó la atención el título de la exposición y escribió sus reflexiones.

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No pasarle kvida al tiempo es el título de la muestra del colectivo-taller El Vendaval que se despliega por estos días en el Museo Provincial de Bellas Artes y en la cual se exponen trabajos realizados en forma conjunta con jóvenes alojados en dispositivos de encierro punitivo en la ciudad de La Plata. El título de la exposición, como puede advertirse al aventurarse en el museo, es una expresión recuperada de la composición visual de un joven y que lxs integrantes del colectivo de alguna forma entendieron como representativa de los términos de su intervención en los contextos de encierro. 

No pasar cabida al tiempo se torna, sin embargo, difícil a medida que se recorren los muros atiborrados de imágenes, palabras y voces –a estas últimas se accede gracias a auriculares– mediante las cuales es posible identificar que allí hay, en efecto, un tiempo que vibra, resuena y se revuelve. Tiempo de lxs docentes con los jóvenes. Tiempo de taller y de creación. Tiempo de expresión, tiempo reactivo, tiempo de encontrar un tiempo. Al menos un tiempo para producir, construir y recrear imágenes, en el intersticio de un tiempo mayor, que generalmente es vivido por los jóvenes como la interminable espera por recobrar la libertad. 

A su vez, y en cierto sentido a la inversa, es cierto que hay un tiempo de no pasar cabida, un tiempo que parece ser presente y que elude tanto la quietud disciplinar como el sedentarismo institucional. La invitación de El Vendaval comunica de manera muy vívida intervenciones que desde hace cinco años fluctúan entre lo institucional-penal, lo universitario y lo estético. De la misma forma que el expandido cuadro conceptual que está dibujado en el piso de la parte delantera de la exposición, como una gran rayuela en la que se intercalan las palabras encierros, trabajo, escuela y pareja –entre otras–, los trabajos exhibidos hablan tanto de los jóvenes como de esxs docentes/extensionistas que encontraron en el encierro una aproximación posible para la producción artística y el activismo. 

No pasar cabida al tiempo, al fin y al cabo, parece ser una expresión con muchos sentidos, en todo caso abiertos a la lectura de cada espectador. Podría decirse que tampoco se le pasó cabida al tiempo cuando, en la tarde/noche de la inauguración de la muestra, los mismos jóvenes pudieron apersonarse y presenciar sus trabajos en la sala. De estos y otros destellos habla la exposición de El Vendaval, que nos da cabida hasta el 15 de septiembre.

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