mapas tácticos e investigación colectiva

Iconoclasistas

En la revista impresa #03 nos propusimos ir hacia Marte. Sabemos que para cualquier viaje lo principal es un buen mapa –puede ser el de google o uno en papel– y qué mejor que preguntarles a Iconoclasistas sobre este dispositivo y los recursos necesarios para trabajarlo de forma colectiva.

A modo de presentación, como trabajadores de la cultura y la comunicación, nos sentimos parte de un campo diverso y polimorfo de prácticas –potenciadas algunas, reactualizadas otras, e inauguradas unas más– potenciado a partir del año 2001, momento bisagra que implicó la gestación de una nueva geografía que aunó la toma del espacio público, el despliegue de recursos visuales en manifestaciones y protestas, y los modos de hacer colectivos impulsados por el uso de las redes sociales y la creación de recursos de código abierto.

A partir de la invitación de boba, quisiéramos bocetar algunas notas reflexivas sobre nuestra práctica poniendo la mirada sobre sus características, modos de hacer y diversidad de recursos activados. Al mismo tiempo, nos inquieta abordar algunas de las tensiones a las cuales nos enfrentamos en el devenir de la misma. Es un punteo todavía en proceso de elaboración.

Recursos visuales e investigación colectiva

Impulsamos y dinamizamos talleres de coinvestigación –invitados por organizaciones o instituciones sociales, políticas, culturales y estudiantiles– en donde privilegiamos el uso de la cartografía y los recursos visuales como dispositivos que potencian la activación de pedagogías críticas. Los participantes comparten sus saberes y experiencias sobre el espacio habitado y reconocido.

Se genera así un conocimiento colaborativo que queda a disposición de los participantes y del público en general. Para la dinamización de los talleres, desplegamos una caja de recursos que recupera dinámicas artísticas y retoma procesos de otras disciplinas como el diseño gráfico, las pedagogías críticas, la investigación militante y la comunicación. Estos procesos de investigación colaborativa potencian la construcción de panoramas de visibilización y denuncia de problemáticas y resistencias situadas en territorios específicos. Se va así gestando la creación de una serie de enunciados críticos sobre el territorio mapeado, que brindan coordenadas para futuras intervenciones y proyectos de transformación colectiva.

Asimismo, fomentamos la apropiación de la metodología desplegada en los talleres. De esta manera los participantes aprenden herramientas que luego pueden replicar para problematizar de forma sencilla cuestiones específicas, acordes a sus propias inquietudes.

Primera tensión detectada: la utilización de este tipo de recursos, lúdicos, cartográficos, visuales, debe necesariamente incorporar una reflexión acerca del uso estratégico de los mismos (ponderando conveniencias, formas de difusión, posibles participantes, etc.). Como toda herramienta, tienen una potencialidad implícita pero a la vez portan un riesgo: el de ser utilizados con intereses distintos a los que uno viene planteando, por poner un ejemplo; o el de vulnerabilizar a comunidades en la exposición de cierta información, por poner otro. También cabe la posibilidad, dada su condición de recurso de código abierto, de ser retomados por intereses del mercado o por instituciones del poder, ya sean gubernamentales o privadas. Cualquier observador atento puede notar cómo muchas de estas prácticas han sido incorporados al marketing y a la publicidad, o promocionadas como mecanismos de agilización para la “participación ciudadana”. De esta manera, muchos de estos recursos pueden ser utilizados para maquillar procesos y de allí la importancia de su evaluación situada.

Nuevas territorialidades y relatos

En estos 10 años de trabajo, la creación de espacios de coinvestigación y reflexión crítica ha ido ampliando nuestro concepto de territorio, desde una dimensión más geográfica a una trama compleja de interacción que incluye el ámbito de lo discursivo, la memoria y los imaginarios, los sentidos y las corporalidades. El concepto de territorio como el de un horizonte ampliado nos brinda una plataforma colectiva desde la cual rastrear las redes de poder, y visibilizar las posibles alianzas con otros sectores, cuando de lo que se trata es de impulsar una construcción transformadora. En los espacios del taller, resistentes y creativos, se pone en escena la constitución de cuerpos y subjetividades antagonistas, cuerpos comunitarios constituidos desde el intercambio de saberes, conocimientos y prácticas, y no situados solo desde la denuncia, la queja o la catarsis “porque sí”, sino también desde un qué hacemos o qué podemos hacer frente al diagnóstico elaborado.

Aquí nos parece necesario realizar otra salvedad, el trabajo con territorios, entendido así, en un amplio alcance, es necesario organizarlo evitando ser “paracaidistas”. En resumidas cuentas, no alcanza con tener “buenas intenciones”.  Nosotros tratamos de resolver esta situación realizando un trabajo previo con las organizaciones o instituciones que nos invitan a organizar un taller. Lo primero que les preguntamos es qué vamos a mapear, con quiénes, durante cuánto tiempo y para qué. En función de esto armamos nuestra caja de herramientas y la llevamos al taller, y cuando la desplegamos frente a los participantes ellos ya saben que se va a trabajar dentro de un determinado marco temático y en base a ciertos objetivos. Es importante llegar a los territorios no con proyectos individuales o construidos desde un afuera, sino pensados y articulados en un ida y vuelta con las organizaciones, grupos o comunidades con los que vamos a trabajar.

La potencia de lo común y los mapas tácticos

Pensamos nuestros talleres como espacios tácticos. La construcción de conocimiento colaborativo se enlaza en torno a la idea de construir tácticas del común, es decir, formas de transformación -hoy, aquí, ahora- que respondan a las necesidades de un barrio, una comunidad, un colectivo o los miembros de un espacio. Para nuestra práctica, el mapa es una herramienta clave, y entendemos al mapeo como una práctica que se activa a partir de la capacidad que todos tenemos de realizar un vuelo de pájaro (perceptivo, sensorial, imaginario, crítico) sobre el territorio.

Pero a pesar de su potencia, el mapa no está exento de ambigüedades. Hay que tener en cuenta que el conocimiento crítico que surge de los talleres, si cae en manos equivocadas, puede ser utilizado para vulnerabilizar los derechos de los participantes. Por eso, si se decide construir una herramienta comunicacional a partir del mapeo y darle difusión pública, la información incluida debe ser previamente consensuada. Otro aspecto a considerar es que los mapas muestran una instantánea del momento en el cual se realizaron y no reponen en su completud una realidad siempre problemática y compleja. Por eso, la elaboración de mapas debe formar parte de un proceso mayor, constituir una táctica dentro de un proceso de organización colectiva, ser un “medio para” la reflexión, la socialización de saberes y prácticas, el impulso a la participación colectiva, el trabajo con subjetividades diversas, la disputa de espacios hegemónicos, entre otras posibilidades.

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