En los últimos meses asistí a las presentaciones de las obras “La forma de dos”, “Nos, el Princesa II” y “Promenade”. En primer lugar, a modo de aclaración -y atajada-, aviso que mi mirada no es de las más idóneas para analizar obras de arte escénico: manejo muy poco el código propio de este lenguaje, con lo cual se me dificulta establecer elementos de análisis. Sin embargo, mi curiosidad como espectadora y mi voluntad por intercambiar opiniones me llevaron a conversar con algunxs de lxs editorxs de boba, quienes -vaya a saber una por qué- creyeron que podía volcar mi mirada en una reseña.
Este texto, entonces, reunirá mis descripciones, opiniones, reflexiones y las preguntas que me dispararon las obras vistas. Como comienzo voy a señalar algunos puntos de contacto entre las tres y, a su vez, entre ellas con una escena artística más amplia. Hacia el final voy a hacer un breve comentario sobre cada una de ellas.
Autonomía y achicamiento
Tres obras de arte escénico (danza, teatro, danza-teatro), con direcciones, producciones y elencos locales, en espacios platenses, con financiamientos estatales: las tres fueron beneficiarias de becas de distintos organismos públicos para la promoción de las artes (FNA, INT). Quiero señalar particularmente este punto -los apoyos estatales con los que estas obras contaron para poder ser desarrolladas-, y la incertidumbre en relación a la continuidad de los mismos en la actual coyuntura. También quiero mencionar que ninguna de estas tres obras es costumbrista, ni realista, ni hace referencias directas a situaciones sociales. Las tres reflexionan sobre el propio lenguaje, entrando en relación con eso que llaman la “autonomía del arte”.
Encuentro que hay una relación directa entre la posibilidad de realizar reflexiones autorreferenciales (pudiendo revisar las propias formas y proponer novedades) y un contexto en que la situación política-económica no sea sumamente apremiante, y permita distinguir con cierta claridad (sabemos que se solapan) ambos campos, el artístico y el político. Si bien es pronto, ya podemos observar que en la nueva coyuntura el conflicto social va en aumento. Como una suerte de siniestro déjà vu.
Y no hace falta ir demasiado atrás en la historia, ni en nuestros archivos subjetivos de vivencias, para revisitar esta posibilidad y lo que puede implicar. El achicamiento del Estado en los 90 y la urgencia de las luchas y reivindicaciones sociales redundó en una reconfiguración del campo artístico, y por ende en sus modos de producción y agenda: las banderas de lucha social fueron levantadas desde el arte, y aquellas producciones que aparentemente se mostraban distantes de estas luchas fueron cuestionadas (ejemplo de esto es el debate “Arte Rosa Light y Arte Rosa de Luxemburgo”).
En lo que va de este siglo, tras el estallido de diciembre de 2001, la reestructuración del Estado y la ampliación de derechos viabilizó al interior del campo artístico una cierta “autonomía” y un resurgir de reflexiones autorreferenciales. Como se verá, mi propuesta de lectura es que las tres obras aquí reseñadas se insertan en esta trama de arte autónomo y autorreferencial. Si actualmente asistimos a un renovado achicamiento del Estado, y la tensión social es más y más tirante y evidente, me pregunto ¿qué sucederá con el arte? ¿Seguirá habiendo espacio para la reflexión estética y autorreferencial, o nuevamente habrá que alzar las banderas de la lucha en cruce con el campo político? Hay mucho para perder, en todo sentido, y en todos los sentidos.
Tres obras de arte autónomo
La forma de dos es una obra de danza-teatro realizada en el Galpón del Grupo La Grieta. Somera descripción como para ubicarnos: la obra se inicia cuando el público entra a la sala y se encuentra con que los actores-bailarines ya están llevando adelante la escena. En términos de dispositivo, esta es la obra más convencional de las tres; los espectadores se ubican de frente al escenario y permanecen en el mismo sitio. Sintéticamente, trata de dos parejas y sus interacciones. Es una suerte de ensayo sobre las formas que dos pueden generar.
Además de las lecturas que dispara y de las identificaciones que podemos establecer con la variedad de modos vinculares que presenta, algo que me parece particularmente destacable de esta obra es su riqueza visual no escenográfica. Si bien muchas obras hacen un uso exhaustivo de los elementos que incorporan en escena, éstos suelen presentarse de manera subordinada al texto y cuerpo de los actores; en “La forma de dos”, en cambio, los elementos incluidos son muy significantes en su dimensión plástica (no como símbolos de algo externo a la obra, ni como mera decoración), construyendo imágenes sumamente potentes.
La obra no tiene casi texto y el poco que aparece no es narrativo sino que, nuevamente, nos aporta una serie de imágenes amplias, que no restringen la multiplicidad de lecturas. A excepción de algunas pequeñas incorporaciones musicales, que sí podrían pensarse como subordinadas o accesorias, el resto de los elementos -cuerpo, texto e imagen- conviven en un mismo plano siendo igualmente significantes y dificultando el encorsetamiento categorial: con la primacía del cuerpo tendríamos danza; con la incorporación del texto, un primer desborde del lenguaje que deviene en danza-teatro; y con la autonomía de lo visual aparece un segundo desborde al que ya no sé qué rótulo le cabría.
Nos, el Princesa II es una obra-recorrido (tanto histórico como espacial) por el teatro La Hermandad del Princesa (en tanto edificio y en tanto grupo humano). A priori resulta interesante la posibilidad de ingresar a ese espacio misterioso, ese edificio magnífico que tiene algo de ruina pero que -incluso cerrado- nos muestra algo vital que obliga a preguntarnos por su funcionamiento, su sentido y su historia.
Al ingresar al predio desde calle 4 nos encontramos en un patio muy vegetal donde somos recibidos, e invitados a pasar a un invernadero donde Beatriz Catani -directora, figura estructurante de esta obra en particular y de los relatos que en la misma aparecen- hace una presentación clara y directa del proyecto y la obra. A partir de ahí, pasamos por distintas puestas escénicas que son fragmentos (en vivo o reproducciones de registros) de trabajos que la compañía del Princesa realizó a lo largo de su historia. Estas puestas se suceden en simultáneo y en distintos espacios, dentro y fuera del edificio, por lo que algunos de los organizadores van guiando de a grupos a los espectadores para que asistamos a una u otra. El final es en una gran sala interior del teatro, donde se proyecta el documental “El infierno de Beatriz”.
En este caso el texto resulta central, y sí puede tomar sentidos narrativos (a diferencia de lo que sucede en “La forma de dos”). Además del parlamento dramatúrgico, también aparecen relatos sobre los trayectos, experiencias y vivencias de quienes conformaron los grupos de trabajo del Princesa. Algo así como meta-historias sobre la historia del teatro, o como una historia de las vidas privadas de quienes son el teatro.
Pienso a “Nos, el Princesa” como una obra-archivo, o como teatro-archivo, o como un archivo de teatro. Son muchas obras dentro de otra, y es la relación que se va estableciendo entre las múltiples obras-documentos la que genera la obra final -Nos, el Princesa-, el archivo.
Promenade es la conjunción de un recorrido performático y un videodanza, que se presentó en la Casa Curuchet. Presenta un “loop” de acciones ejecutadas por distintos grupos de bailarinas en diferentes espacios de la Casa. Cada motivo tiene un desarrollo más o menos independiente, aunque con puntos de contacto con los demás.
La locación en la única construcción de Le Corbusier en América del Sur resulta un atractivo extra para asistir a la obra, que en su desarrollo busca hacer un uso máximo del espacio arquitectónico aprovechando -literalmente- hasta el último recoveco. El título de la obra ya refiere al arquitecto -principal exponente del movimiento moderno-, quien empleaba la noción de promenade architecturale, una experiencia estética particular dada por el paseo arquitectónico. Esto es justamente lo que se propone al público como el modo pertinente de espectación de esta puesta. El emplazamiento, entonces, no es sólo una anécdota, sino que hace sentido y configura y reconfigura la totalidad del proyecto.
Lo más pregnante de esta obra es su desarrollo visual: una estética súper pulida, sumamente prolija se percibe en la caracterización de las bailarinas así como también en el ímpetu de sus movimientos que imitan cierto mecanicismo. La pulcritud, los colores saturados, la repetición constante de secuencias coreográficas nos muestran a los personajes (todas figuras femeninas) deshumanizados, como pertenecientes a una especie otra, donde los fluidos, pliegues y desprolijidades de lo humano no existen. Esta idea se termina de reforzar al final del video. Sin ánimo de oficiar de spoiler quiero hacer un comentario respecto de ese final. El video muestra, estetizándolas aún más, acciones similares a las que encontramos asistiendo en vivo al recorrer la Casa: las mismas figuras femeninas, como autómatas etéreas y coloridas, inundan el espacio arquitectónico en todos sus rincones hasta que una figura masculina vestida con ropa “de calle” abre la puerta cual dueño de casa y se dispone a entrar; entonces todas ellas se esconden, aquietan y desaparecen de la vista de él. La pregunta inevitable ¿por qué tenía que ser un hombre el que se represente como dueño del hogar, quien sí tiene vínculo con la realidad extramuros, quien está vinculado al ámbito del trabajo, a un mundo social amplio; mientras ellas, las mujeres (creativas y coloridas, sí), están allí dentro sin relación con el afuera, y pudiendo desplegar su movimiento sólo mientras él no está?
La forma de dos: dirigida por Laura Valencia, e interpretada por Laura, Yamila Tumine, Juan Trinidad y Franco Durante. Presentada en el Galpón del Grupo La Grieta (que recientemente fue puesto a punto para poder albergar este tipo de producciones) en 18 y 71, se estrenó a mediados de 2015 y se repuso en marzo y abril de este año.
Nos, el Princesa II: se presenta en el teatro La Hermandad del Princesa, de diagonal 74 entre 3 y 4, dirigida por Beatriz Catani. Donde se proyecta e documental “El infierno de Beatriz”, que retoma la puesta de la obra “Infierno”, presentada en el Puente Ferroviario La Boca-Barracas en el marco del proyecto “Espacios Revelados. Changing Places” de 2014.
Promenade: se presentó en la Casa Curuchet en octubre y noviembre de 2015, y los pasados marzo y abril. Realizado por la compañía Proyecto en Bruto, tiene como directora a Cirila Luz Ferrón, y en dirección coreográfica a Florencia Olivieri.