buscar trabajo es un trabajo

Juliana Diaz

El 1º de mayo la ciudad estaba un poco fantasmal: era el asueto por el día internacional de les trabajadores. Juliana Díaz salió a dar una vuelta y en su deriva se cruzó con una horda de personxs armadxs con baldes, engrudo y papeles impresos. Preguntó y entrevistó. Estaban bastante ocupadxs pegatineando los cvs que Luisina Raciti recopiló, previa convocatoria abierta, pero se hicieron un tiempo para contar por qué si la desocupación no cv, hay que sacarla del anonimato y volverla causa gráfica colectiva.

Clave de Lectura

Estuve un tiempo pensando si escribir con lenguaje inclusivo (“les”), o con una perspectiva de género binaria, “las y los”. Por lo general, me recomiendan la segunda opción para facilitar la lectura, sobre todo cuando una investiga actores y actrices, palabras que no encuentro cómo adaptar al inclusivo: ¿acteres? ¿actreces?… En fin, no conformándome con esa recomendación y negada a escribir en el registro masculino que encontré en el 80% de las lecturas que realicé en mi vida, decidí escribirlo en femenino. Porque sí, ¿por qué no?

La intervención en la calle, una marca de agua

“La que no trabaja es porque no quiere” repiten constantemente políticas, periodistas (entre otras profesionales mediáticas), familiares, parejas, amigas, enemigas y desconocidas. Esa frase que a primera vista parece inofensiva y pretende movilizar ganas de trabajar supone, en realidad, ciertos sentidos comunes derechizados y neoliberales. Por eso, resulta relevante recuperar una intervención artística realizada en el centro de La Plata el pasado 1º de mayo, fecha popularmente reconocida como el Día Internacional de las Trabajadoras.

La intervención fue organizada por una joven egresada de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, llamada Luisina Raciti. La acción, convocada para las 18 hs de ese día, fue realizada frente a la plaza San Martín, justo en la vereda del histórico edificio municipal Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha. La actividad consistió en empapelar con currículums impresos una pared de chapa que cubría la obra de remodelación sobre la infraestructura antigua. El objetivo era visibilizar, en el Día Internacional de las Trabajadoras, la enorme cantidad de personas –las fotos y datos personales fueron blureados por la activista para preservar las identidades– que actualmente se encuentran buscando trabajo sin obtener oferta alguna. Desde una iniciativa individual –con ayuda de amigas–, Luisina alcanzó a recibir más de cien CVs, superando incluso las expectativas geográficas (recibió mails de otras provincias como Chaco). La acción da cuenta de un importante fenómeno desocupacional en la región que se presenta, particularmente, con las nuevas políticas socioeconómicas del Cambio de gobierno acontecido en 2015.

Dos investigadoras sociales platenses, Pablo Pérez y Lucía Reartes, publicaron el año pasado un capítulo de libro en el que sistematizan estos cambios, entre los que vale nombrar la ola de desocupación que resulta de los despidos masivos –a nivel estatal– por los que el gobierno ajusta la disponibilidad de puestos y espacios de trabajo mientras que, en el ámbito privado, el quiebre de empresas incrementa el número de personas expulsadas del mercado laboral. Existen también otras políticas de Estado que transforman medularmente las relaciones con el empleo actual. Por recordar una, entre tantas, el presidente no dudó en vetar por DNU la Ley Antidespidos –que en 2016 intentaba amortiguar la Emergencia Ocupacional– al día siguiente de ser aprobada por la cámara baja. De la misma forma, el gobierno nacional se atrevió a presentar un convenio con McDonald’s que finalmente fue anulado por la Justicia porque violaba la Constitución Nacional –haciendo trabajar a 5000 jóvenes 30 horas por semana con un salario mucho menor al Mínimo Vital y Móvil y subsidiando a la multinacional con casi un cuarto de la remuneración de cada empleada–. En relación a esto último, el mismo año, el gobierno sancionó la Ley de Primer Empleo que exime a las empleadoras de realizar su aporte al sistema de seguridad social. A su vez, el macrismo viene anunciando y presentando su proyecto de “Ley de Modernización de las Relaciones Laborales” que busca imponer condiciones completamente desfavorables para las trabajadoras.

En un contexto donde aumentan los índices de desocupación y empeoran las condiciones laborales, Luisina junto a muchas otras personas, insistimos en una búsqueda de empleo repleta de costos y frustraciones. Si bien autoras como Mariana Busso, Maria Longo y Marina Adamini, entre otras, hace tiempo vienen estudiando las dificultades de las jóvenes para insertarse en el mercado laboral, en los últimos años se volvió evidente que la posibilidad efectiva de ingresar al mundo del trabajo se reduce frente a contextos desfavorables que implican una fuerte precarización y un aumento del ejército de reserva.

Luisina no sólo contó con el acompañamiento de aquellas personas que le enviaron CVs para la iniciativa sino que, en simultáneo, un grupo autoconvocado de la comunidad gráfica platense (gráficacolumna en ig https://www.instagram.com/graficacolumna/) pegaba a su lado afiches con la consigna “este cartel es un trabajo” que imprimieron al aire libre en plaza San Martín durante esa jornada. Ellas se agruparon con Luisina y sus amigas y pegaron sus consignas para dar cuenta de la legitimidad social que exigen respecto a su actividad laboral.

Estas alianzas y modos de agruparse que buscan intervenir en el espacio público logran socializar un problema que, desde la individualidad, sólo genera desalientos. Así como Martín Retamozo en sus estudios sobre el Movimiento de Trabajadoras Desocupadas argentinas relata que las integrantes del colectivo sentían como un fracaso personal la pérdida del empleo, hoy en día, quienes buscamos trabajo también tendemos hacia una subjetividad culpógena por la que asumimos que no servimos para nada, nos cuestionamos nuestros estudios, nuestras capacidades y hasta incluso a nosotras mismas.

Con esto quiero decir que quienes nos encontramos buscando trabajo actualmente, sabemos lo angustiante que es tener la casilla de mails colapsada por la cantidad de CVs enviados a cuanto lugar encuentres en Google, Facebook, LinkedIn, Bumeran, ZonaJobs y cualquier plataforma virtual que sigan inventando. Y la frustración aumenta cuando los recibidos son solo publicidades de plataformas. Gran parte de esta búsqueda es virtual, pero también se realiza de manera personal, por lo que implica la impresión de documentos, la movilidad hasta distintos lugares, tiempo en entrevistas, entre otros costos. Esto es algo que señala Luisina al comentar, en sus palabras, “lo fuerte” que es recibir la cantidad de currículums con cuerpos de texto que explican cada situación –incluyendo menores de edad– y lo costoso que resultó imprimirlos para pegatinearlos durante la acción. Pablo Pérez lee esta situación como un doble costo para la no ocupada tanto a nivel económico como de inversión de tiempo. Siendo ese proceso de búsqueda exclusivamente individual, parecería lógico que el fracaso se cargue también de manera particular.

La acción que impulsó Luisina logra romper con esta relación privada e impersonal entre aspiranta y empleadora, haciendo público el problema colectivo. La falta de acceso al trabajo no depende de capacidades o esfuerzos individuales sino que, en gran parte, deriva de una estructura que se sostiene sobre la base de la desigualdad social. En este sentido, la afirmación “no trabaja la que no quiere” contiene una fuerte connotación neoliberal que tiene asidero en un individualismo protegido por el falso y de sobra conocido discurso meritocrático.

Esta intervención, que podríamos poner en el lugar de performance –siguiendo la definición más o menos delineada por Diana Taylor por la cual designa una actividad artística que pretende accionar disociando y conceptualizando el mundo en un momento específico y un espacio compartido– intenta poner en agenda del Estado una demanda pública sobre un problema que nos afecta y preocupa a una gran cantidad de argentinas. Sin embargo, al ser una actividad propuesta desde la individualidad y en el espacio público, tal como nos comentó Luisina, corre el riesgo de desaparecer a la brevedad.

Como una marca efímera, me interesa recuperar eso que ya pasó para que nos queden, al menos, dudas: ¿qué pasaría si dejáramos de enviar CVs de manera personalizada y lo hiciéramos colgándolos en las calles? ¿por dónde caminan las empleadoras? ¿pareceríamos una amenaza? ¿la necesidad asusta? ¿y el derecho? ¿conseguiríamos más trabajo? ¿cuánto tardaríamos en acostumbrarnos? ¿cuántas paredes quedarían libres? ¿cuánto respeto por las mismas nos pedirán durante?

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