las resistencias del arte contemporáneo

Manuel Quaranta

boba anduvo por Rosario y escuchó atentamente a Manuel Quaranta en el Congreso Abierto del Arte. Nos sorprendió hasta qué punto el arte contemporáneo puede ser entendido tanto como un espacio de resistencia como uno de legitimación del sistema neoliberalísimo, cómo nuestras prácticas pueden adquirir signos tan opuestos. Aquí compartimos su ponencia, donde indaga sobre las resistencias desde el arte.

Voy a contarles una serie de lecturas que vengo haciendo desde hace tiempo y que ordené en esta ocasión para darles un sentido. El ordenamiento podría ser otro. El sentido, incluso, opuesto.

El filósofo francés Alain Badiou, en la conferencia Las condiciones del arte contemporáneo realizada en Buenos Aires el 11 de mayo de 2013 afirma: “El arte contemporáneo es, por tanto, el arte de la época financiera del capitalismo”. En primer lugar, nadie objetaría reemplazar la noción de capitalismo financiero por neoliberalismo, ya que ésta supone, además de un carácter económico, un proyecto social, una visión de mundo; así, la frase de Badiou se transformaría: el arte contemporáneo es el arte de la época neoliberal. Pero ¿qué es el neoliberalismo? Voy a proponer tres aproximaciones:

  1. Pensamiento que pretende ordenar la economía y organizar la sociedad en torno a una máxima: ninguna relación es sin finalidad.
  2. Es una utopía según la cual el bienestar de la sociedad llegará cuando no se ejerza ninguna restricción sobre las libertades individuales –libertad total de mercado.
  3. Es el intento de construir una nueva subjetividad, un sujeto homogeneizado a una lógica empresarial, competitiva, comunicacional.

Elijo –podría elegir otra– la lógica comunicacional. ¿Qué características tiene en la época neoliberal? Por un lado busca ser fluida y transparente. Pretende una conexión total. Sin barreras ni restricciones –pensemos en que el trabajo ya no es una restricción para comunicarnos–. Esto nos conduce al circuito de la información. La información siempre está disponible. Es pura positividad, muestra todo, dice todo (según Byung-Chul Han, en La salvación de lo bello: “La información es una forma pornográfica del saber”) y siempre resulta asequible. El saber se nos puede resistir. Al saber debemos conquistarlo. La información lo conquista a uno.

En este sentido recuerdo un texto del escritor Ricardo Piglia, “Retrato de artista”, del libro Formas breves, en el que aclara: “La cultura de masas no es una cultura de la imagen, sino del ruido” y un poco más adelante, en la misma página, “James Joyce hizo ver que el capitalismo es una ciénaga de ruidos y que no hay Ulises que resista esos cantos”.
Ahora bien, el planteo de Piglia parecería contradictorio a los que vengo diciendo, ya que el ruido, en principio, sería un obstáculo para el desarrollo del circuito informativo, puesto que atentaría, como una especie de interferencia, contra la fluidez y la transparencia. Sin embargo, la manera en que yo concibo el ruido es otra: el ruido es la información, esa información que no se nos resiste, esa comunicación que siempre se establece; eso que somos incapaces de resistir, justamente, es el ruido.

¿Qué hacer?

Antes de continuar, una aclaración. En términos generales –y siguiendo a Badiou– concibo el Arte Contemporáneo en oposición al Arte Moderno, enfrentamiento que puede resumirse de la siguiente manera: contra la noción de obra, contra la figura del artista-genio, contra la separación de los géneros, contra la permanencia del objeto artístico.
Ahora, sigamos con la conferencia del filósofo francés. Él considera que el arte contemporáneo sostiene una ambivalencia irreconciliable, ya que resulta ser, al mismo tiempo, crítica e ilustración del momento histórico que le toca vivir. Entonces, como puede ser ambas, decido elegir para este recorrido la vertiente crítica; en consecuencia podríamos afirmar apuntalados por Badiou: el arte contemporáneo critica la época neoliberal. Es decir, piensa el neoliberalismo, es consciente del complejo social que le toca vivir y se hace cargo de su época, pero ¿se resiste?

Para reflexionar acerca de un posible gesto de resistencia voy a proponer tres trabajos que tuvieron lugar en Rosario en los últimos meses.

  1. El procedimiento silencio, muestra colectiva, inaugurada el 26 de abril del 2016 en Fundación OSDE, curada por Clarisa Appendino, quien propone una recuperación del termino techné –arte– en sentido amplio, como modo de hacer. Un modo de hacer –o un procedimiento– silencioso en el arte contemporáneo, aunque muy presente.
  2. Mi silencio miseria. Acción de Carlos Herrera que se llevó a cabo el 11 de mayo de este año en el Centro Cultural La Toma. La acción es una especie de ritual arcaico de cambio de piel, de transformación, mediante el que se incorpora, de alguna manera, la negatividad, o sea, la muerte –recordar la positividad informativa.
  3. A. (se lee A punto). Instalación de Georgina Ricci inaugurada el 6 de noviembre de 2015 en espacio Richieri. El trabajo gira alrededor del nombre de los vencidos de la historia, de su desaparición.

Las tres propuestas apuntan su mirada hacia el pasado, aunque sin ninguna nostalgia. Las tres, también, tienen un título anómalo. Las primeras utilizan sustantivos para modificar sustantivos (nos sonaría mejor: El procedimiento silencioso o mi silencio miserable), de hecho, Appendino, en el texto del catálogo afirma: “El procedimiento silencio es una inexactitud, una falla”. Un corte, una interrupción, como en A. (A punto), como si hubiera algo que falta, que no se puede decir.

Justamente, esto que no se puede decir sería parte del problema del arte contemporáneo, así lo indica el crítico cultural Néstor García Canclini en La sociedad sin relato, 2010: “La especificidad del arte actual consistiría en trabajar, decíamos antes, con la inminencia de una revelación, en insinuar lo que no se puede decir”.
Entonces, ¿cómo decir lo que no se puede decir? ¿En silencio?

No es casualidad, obviamente, que dos de los tres trababajos contengan la palabra silencio en su título, tan presente que al finalizar, el 18 de mayo, la charla de Clarisa Appendino en Fundación OSDE sobre la muestra colectiva, la artista Georgina Ricci tuvo la ocurrencia de proponer La bienal del silencio. Propuesta por el momento postergada, pero que es sintomática del modo en que la repetición del término silencio hizo mella en alguno de nosotros.

En tren de ahondar en la cuestión del silencio y la interrupción como gesto de resistencia descubro que el filósofo coreano Byung-Chul Han, en su libro Psicopolítica, recupera a través de Gilles Deleuze, la figura del idiota: “El idiota es un hereje moderno […] Bloquea el intercambio comunicativo ilimitado. El idiotismo se opone al poder de dominación neoliberal, a la comunicación y vigilancia totales. El idiota no comunica. Pues se comunica con lo incomunicable. Así se recoge en el silencio. El idiotismo construye espacios libres de silencio, quietud y soledad en lo que es posible decir algo que realmente merece ser dicho”. Una conclusión posible es que para decir algo que merece ser dicho hay que hacerse el idiota, desconectarse. Encuentro así, y puede que lo saque de contexto, un texto de Lila Siegrist en Recetas Vol.II: “Desinformémonos, y luego una vez allí, esperemos que las cosas que nos conmuevan y nos modifiquen comiencen a contagiar nuestra mente, y reposemos”. Primero, desinformémonos, luego, reposemos. Valores a todos luces contrarios a los propuestos por el neoliberalismo. Pero más interesante todavía es la idea de algo que nos modifica y nos transforma, palabras que conducen otra vez a García Canclini: “Las experiencias estéticas apuntan, así, a crear un paisaje inédito de lo visible, nuevas subjetividades y conexiones, ritmos diferentes de aprehensión de lo dado”. Una nueva subjetividad es también, en franca coincidencia, la propuesta de Alain Badiou: “La obra contemporánea apunta hacia una acción que cuestiona y transforma al sujeto […] intenta producir una transformación subjetiva”.

Por tanto, si el neoliberalismo proyecta construir una nueva subjetividad y el arte contemporáneo tiene en su horizonte, aunque con valores contrapuestos, idéntico afán, podemos concluir que el arte contemporáneo tiene una ambición política.

El texto que comparto es una ampliación de la presentación en la mesa-debate “Arte Hoy”, Congreso Abierto del Arte, 06 de agosto de 2016, Rosario.

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