una mirada a distintos horizontes

Clarisa Appendino

En la plaza principal de la ciudad de Córdoba, en uno de los centros históricos del país se emplazó entre el 18 y el 21 de agosto el Mercado de Arte. Una feria de arte contemporáneo que lleva su segunda edición con ese nombre y con una perspectiva estética actual sobre el mercado y la construcción de lazos geográficos y simbólicos. boba pidió opiniones sobre el evento y esta es una de ellas.

Las ferias actualmente son un espacio más para la circulación de artistas a través de galerías que garanticen la comercialización de sus obras. Es entonces, en principio, un evento específicamente comercial. Mercado de Arte está organizado por la Secretaría de Cultura de la ciudad, asociada desde 2015 con la Fundación Pro Arte Córdoba, y concibe este evento fundamentalmente como una manera de ampliar el acceso al arte. Además puede pensarse como una reacción a un aspecto latente en la escena local devenido del impulso realizado por coleccionistas, galeristas y artistas por ampliar el circuito comercial del arte en el que se incorporen nuevos actores y se descentren las geografías.

Bajo la estructura de una propuesta comercial, donde las obras expuestas tenían como objetivo ser compradas y vendidas, se desplegaron una gran cantidad de actividades que me maravillaron. Aunque eso no deja de introducirme en una contradicción natural encarnada sobre el arte, o sobre la visión social y económica de las actividades culturales, y, en definitiva, en cómo se muestra el mercado hoy a nivel general. Por eso intento recorrer las tensiones económicas en relación al crecimiento de las instancias simbólicas y de la creación de valor artístico, no sólo desde las obras, sino también desde la construcción de ideas y debates. Mercado de Arte abordó los dos aspectos. Tal vez con deliberación o también porque hay lugares que necesitan ser vistos, y su aparición contextual se nos escapa. Seguramente se constituyan visiones diferentes sobre este tipo de eventos y sobre el Mercado de Arte en particular, pero, como quien escribe un poco mirando de afuera, o paseando por la ciudad de Córdoba, encuentra una de las puntas del hilo para comenzar a construir algunos objetivos.

Con esas características generales sobre la feria, me gustaría enumerar tres aspectos que se dieron en forma simultánea durante los cuatro días. Tan simultáneamente que lleva a preguntarnos qué fue Mercado de Arte como evento, como actividad cultural, como actividad comercial, como aporte artístico. Porque en la simultaneidad de estos aspectos se produjo una disolución que por momentos creo benefactora, y por otros no. Aunque entiendo que es en la misma ambigüedad, en la misma contradicción que me pone siempre el arte.

I.

El pilar constituyente y promotor para emprender una feria de arte es construir un contexto propicio y auspicioso para la venta de obras. En este caso, la feria se orienta al arte contemporáneo. Se intenta cada vez más relacionar la problemática del mercado, la venta de obra y el posicionamiento del arte contemporáneo en el horizonte del mercado nacional e internacional y contribuir a un acercamiento de un conjunto amplio de la sociedad al arte. Objetivos, ideas y deseos que pueden gravitar.

Según números oficiales este año la feria creció un treinta por ciento. Por ejemplo, en la Zona Carlos Crespo, donde se encuentran las galerías consagradas y con más trayectoria, pasaron de cuarenta y dos el año pasado a sesenta en esta edición. También se amplió el espacio para los proyectos autogestionados y galerías nóveles en la Zona Bonino, en la que pudieron participar espacios de muchas ciudades del país y del interior de Córdoba. Además, según dicen números no oficiales, se vendió el doble que el año pasado. Breves datos que serían gozosos de trabajar desde un análisis de mercado y sobre todo desde la sociología. Enfoque desde el cual se me ocurren muchas preguntas dirigidas a intentar construir un trayecto para averiguar cómo nos acercamos efectivamente a los objetivos generales de los organizadores y a los particulares de las galerías participantes.

II.

Junto al recorrido por el espacio que ocupaba cada galería se desarrollaban una cantidad casi vertiginosa de acciones. Por segundo año consecutivo Gustavo Piñero fue el curador de la feria y su intención de ampliar las actividades, de proyectar una visión federal y de afianzar una identidad de la feria hizo extender aún más las convocatorias a distintas aristas del campo del arte:

Otra sub-enumeración: Espacio Habitado (con Pablo Caligaris como co-curador) invitaron a tres residencias de Argentina; Espacio Editado (con la co-curaduría de Lucas Mercado) con invitaciones a proyectos editoriales; La Biblioteca audiovisual, una curaduría de Lucía Arias que presentó a artistas de Argentina, Brasil y Chile; Zona Liberada, donde presentaron un proyecto de gestión y práctica expandida y Zona Limítrofe galerías de otros países que tuvieran además programas de residencia.

La Zona Limítrofe refuerza y confirma, además, el concepto curatorial general que le dio Piñero a la feria este año: “en consonancia con el concepto de que el arte tiene que generar diálogo y debate justamente en el lugar donde aparece la tensión, la contradicción y la duda” es donde se ubica la idea de lo limítrofe como enfoque, como propuesta y como práctica.

En algún sentido, la feria amplió el horizonte o los límites a los cuales llegar en el espacio del arte y habilitó aspectos vinculados a las residencias, las publicaciones, presentaciones de proyectos y premiaciones, como el Premio Federal de Arte Contemporáneo. También fue muy importante el Programa Auditorio, donde se generaron debates y conferencias referidas a ediciones sobre arte, curaduría, acuerdos transnacionales, programas de residencias y coleccionismo, entre otros. Un conjunto de aspectos a discutir con voces de diversas ciudades del país.

Las actividades mencionadas en este punto hicieron de la feria un cubículo desde el cual se expandían una gran cantidad de voces que seguramente siguen resonando. Transitar por la feria resultaba entonces una acumulación constante de proyectos, ideas, visiones y preguntas que nos hacen preguntar sobre la relación entre los simbólico y lo comercial, entre el valor de cambio y el correlato amoroso y colaborativo que siempre tiene el arte.

III.

En este último punto de la enumeración la feria como evento, desborda. Porque vi entrar gran cantidad de paseantes de Córdoba y seguramente turistas a una gran carpa blanca ubicada en la plaza que se conectaba al cabildo: las dos coordenadas históricas donde se emplazaba la feria. La entrada era libre y gratuita y a través de un convenio con la universidad hubo un grupo de estudiantes como mediadores con el público tal vez no familiarizado con el arte contemporáneo, o que cree no estarlo. Vi corretear niños por los stands, escuché preguntar sobre las materialidades de algunas obras y sobre quién hacía esas piezas. Vi también fotografiar incansablemente algunas obras, por sorpresa, por interés, por gusto. A veces, también, preguntaban los precios.

Tal vez ese no es el público que paseaba para adquirir obras, pero ingresaba sala tras sala, miraba imagen tras imagen y se comportaba como un típico paseante de feria. Porque allí el arte no se encuentra bajo el halo sacralizador del museo; en todo caso, habrá otras coronaciones, otras formas de sacralizar todo aquello que pretenda quedarse en lo profano. Incluso, a partir de las 17.30 hs, ya comenzaban a servir la típica bebida cordobesa. Luego la feria cerraba y los visitantes podíamos seguir recorriendo otros espacios de arte, inauguraciones de muestras, casas de coleccionistas y bares de trasnoches, todo eso con un contingente numerosísimo.

Autor

Comments

comments

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *