Paro y marcha 9M en Bahía Blanca. Más de dos cuadras de mujeres y feminidades. Acá se mide así y eso es un montón. Muchos carteles que casi no se repiten. Cada uno con su letra y mensaje, un libro de reclamos poemas. También los cantos. Se oyen varios a la vez, generando un ambiente sonoro de mestizaje. Cuando estamos juntas es así. No es que una manda y otras obedecen. Es más un consenso. Si no querés, nadie te obliga. Es muy difícil explicarle a un hombre cómo es estar solo entre nosotras. Nos sentimos cuidadas. Confiás como nunca.
Ejemplos de cuidados hubo muchos en esta marcha. En la corrida, agarradas de las manos, nadie atropella, ni empuja, ni te pisa. Si tenés una adelante que va más despacito, la esquivás o esperás atrás. Solo eso. Conceptos novedosos.
En las rondas concéntricas del arroz con leche, con más hileras que en la Meca, giramos agarradas de las manos. Mis amigas a cada rato vuelven la cabeza para ver si todas seguimos ahí. También te fijás si está bien la chica que te agarra la mano y no conocés. Y nadie te aplasta.
Pero al final de la marcha, cuando ya estamos con los últimos cantos frente a la municipalidad, ahí sucede el evento que resume en un símbolo el día. Por un megáfono nos dicen que una nena busca a su hermana de 11 años, que no la encuentra. Sin que nadie dé ninguna orden, sino replicando lo que nos parece que está bueno, como onda expansiva de una bomba de amor nos agachamos hasta sentarnos en la calle y hacemos silencio, para que la búsqueda sea más eficaz. Sugerencias e intercambio de información entre todas. Las caras serias y preocupadas esperando. “Hasta que no aparezca no nos vamos”. Los carteles de “mirame bien porque puedo ser la próxima” te hacen imaginar cosas horribles. Algunas chicas enojadas le gritan a los y las policías parados, inmóviles en las escalinatas de la municipalidad, cuidando las tablas de madera que conforman las puertas o los ladrillos de las paredes de ese edificio desmigajándose de humedad que ninguna marcha en Bahía agredió jamás. Si el mensaje no estaba claro, la vida misma te lo estrella como pastel de crema en la cara. Nos cuidamos entre nosotras. Aparece Zoe. Nos paramos de un salto y cantamos un poco con alegría, un poco con indignación: “Yo sabía, yo sabía, que a los violadores, los cuida la policía, yo sabía.”
Pero les quería contar cómo es estar entre nosotras. Es el momento en que es más fácil reírse. Es cuando más te reís. Es lo opuesto a estar en guerra. Es como estar metida en una bañera con agua calentita. Es no tener miedo. Es como ese momento antes de dormirte cuando todo el cuerpo se te afloja y cae el peso cómodo en el colchón. Es ver un montón de sonrisas. Es charlar y charlar, y decir cosas muy interesantes con pavadas en el medio. Es liviano. Es alegre. Es colaborativo. Es colorido. Es divertido. Es polifónico. Es profundo. Es mestizo. Es una realidad emocional de amor.