la doble descentralización de la escena

Cintia Clara Romero

En la búsqueda de opiniones sobre los saberes específicos del arte contemporáneo, esta vez contactamos a Cintia Clara Romero que, junto a Maximiliano Peralta, coordina los talleres y la residencia de Curadora en San José del Rincón, Santa Fe.

En principio, yo no confiaba o no apostaba demasiado, porque estamos doblemente descentralizados: Santa Fe no es una ciudad donde el arte contemporáneo tenga una plataforma de visibilidad importante –siempre estamos subsumidos bajo la sombra rosarina– y, por otro lado, por encontrarnos en una zona semi-rural, más alejada aún de las prácticas contemporáneas.  Pero ahora todo cambió,  el taller y la residencia crecen año a año

bb: ¿Ustedes creen que hay un saber del arte contemporáneo? ¿Se podría hablar de algún tipo de saber?

CCR: Todo lo que estamos poniendo en práctica tiene que ver con las necesidades personales de cada uno. Intentando salvar las falencias que encontramos y rescatando lo que nos resultó significativo en nuestra propia formación, como haber transitado experiencias de residencias, por ejemplo. De alguna manera esas dos cosas: las que nos faltaron y las significativas. Diseñamos el espacio para trabajar esto. Un espacio que también es nuestra casa. Un lugar en el que –en principio– yo no confiaba o no apostaba demasiado, porque estamos doblemente descentralizados: Santa Fe no es una ciudad donde el arte contemporáneo tenga una plataforma de visibilidad importante –siempre estamos subsumidos bajo la sombra rosarina– y, por otro lado, por encontrarnos nosotros en un lugar periférico de la ciudad, en una zona semi-rural, más alejada aún de las prácticas contemporáneas.
Finalmente estamos haciendo Curadora, eso en lo que yo no confiaba demasiado y Maxi un poco más –a lo mejor desde su lugar de foráneo, él no es de Santa Fe, se vino a vivir en el 2010 y esto le permitió una perspectiva diferente a la mía–. Yo me formé en la escuela terciaria Juan Mantovani. Quería ser profesora de arte, no tenía mayores expectativas. Es más, sentía que había muchos compañeros que se destacaban más que yo. Luego revalidé el título al hacer algunas materias en la facultad para obtener el título de grado. Paralelamente accedí a las becas Antorchas. Durante dos años vinieron a Santa Fe artistas y teóricos, y luego un grupo de artistas de Entre Ríos propuso a Antorchas que replique la experiencia. Así es como transité la experiencia durante los años 2001-2002 en Santa Fe y en 2002-2003 en Paraná. Esos cuatro años tuve la posibilidad de hacer clínica con Tulio de Sagastizábal, Diana Aisemberg, Carlota Beltrame, Sergio Bazán. Ese fue el espacio en el que sentí por primera vez que tenía la posibilidad de hacer una obra y no un trabajo práctico. En ese momento empecé a descubrirme como artista. Luego transité otras becas, seguí formándome con Esteban Álvarez y asistiendo al taller de Tulio.
En paralelo a este desarrollo, seguí dando clases y buscando nuevos espacios en las instituciones educativas de Santa Fe.

bb: Seguiste dado clases siempre en instituciones educativas, ¿cómo transitás tu rol de formadora?

CCR: Hace cuatro años que trabajo en una escuela terciaria de Santa Fe, en la materia Proyecto final. Es la materia donde los alumnos de la tecnicatura y el profesorado en artes tienen que desarrollar su tesina y su proyecto de obra final. Me interesa especialmente este espacio, tengo un cuatrimestre para que puedan pensar un proyecto y saldar cuentas pendientes que vienen arrastrando durante toda su carrera. Es una tarea doblemente compleja. Por un lado, tengo que trabajar con los alumnos y, por otro, con profesores de los diferentes talleres –porque la idea del proyecto final es que los alumnos tomen los talleres para realizar sus trabajos, si tienen un proyecto de cerámica, que puedan usar el taller–. Funciono como interlocutora, cuando el alumno formula su proyecto y va al taller a presentárselo al profesor del taller, yo trato de estar ahí. Una vez me pasó con un docente que antes de que el alumno empiece a hablar dijo: “espero que no me vengas con alguna de esas pelotudeces de la performance, porque vos vas a terminar dando clases en una escuela y los chicos tienen que pintar y modelar y la performance no van a saber en su vida lo que es”. Fue una situación que me dejó muy shockeada. Una institución implica también eso, uno puede construir desde pequeños lugares y en tensión con otros.
En las instituciones parece que todo es difícil, que hay muchos juegos de poder y resistencia. También es cierto que ahora el panorama en la institución es diferente al que yo transité. Hay mucha gente que termina y, sin necesidad de pasar por algún otro programa de formación, se dedica a la producción artística. Cuando terminé, hace quince años, la mayoría egresaba de las escuelas de arte con la única intención de dar clases.

bb: ¿Qué dinámica tiene el taller que dan con Maxi? ¿Cómo llegan los artistas a la residencia?

CCR: Una cosa es el taller y otra la residencia. Con respecto al taller, empezamos el año pasado en agosto con un formato de un encuentro mensual. Empezamos a las diez de la mañana y terminamos a las siete de la tarde. Hacemos seguimiento de proyectos. Vienen alumnos de Santa Fe, Paraná, de Rosario y de Rafaela. Es un parámetro; al estar tan involucrados en una escena local, a veces pensamos que las cosas no se mueven, pero el taller crece año a año, este año son 23 los artistas que vienen.
Cuando yo empecé a trabajar en 2003 con otras dos artistas en el proyecto Germina Campos –producto de la efervescencia que se vivió con las becas Antorchas– sentimos realmente que estábamos muy solas. Hoy casi diez años después, la escena es otra. Hay artistas 10 o 20 años más jóvenes que yo que tienen un lugar en la escena local. Pasó algo, las pequeñas acciones que se desarrollaron durante todos estos años dieron sus frutos…

bb: ¿Cómo encaran el seguimiento de proyectos?

CCR: Proponemos que los artistas asuman la responsabilidad de que están produciendo arte y que producir arte es producir conocimiento. Veíamos mucha frustración en artistas muy trabajadores, muy talleristas que después no encontraban qué hacer con su producción. Lo que intentamos es pelearle a la frustración del artista que produce y que en un momento se pregunta para qué estoy haciendo lo que hago y empieza a trabajar de cualquier otra cosa y abandona la práctica artística. Cuantas más herramientas tenga para poder pensar su trabajo y para poder decidir qué quiere hacer con eso que produce, más posibilidades va a tener de enfrentar el desencanto, de enfrentar la frustración y de encontrar motivaciones para seguir produciendo. Lo importante es el intercambio y dar herramientas para que se puedan pensar más allá del propio trabajo de taller.
Siempre nos interesó que los que vienen a la residencia tengan una instancia de presentación de su trabajo a los artistas de Santa Fe o, si tienen en funcionamiento algún taller o seminario, que puedan ofrecerlo.
Al principio yo pensaba: ¿qué tiene de interesante Rincón para que un artista quiera venir acá? Cuando estaba con amigos de Buenos Aires les preguntaba: ¿vos te vendrías a trabajar acá una semana o dos? Y todos decían: ¡cómo que no!
Fue un inicio bastante importante para nosotros haber obtenido un premio del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia. Esto nos posibilitó empezar la residencia becando a los artistas, que pudieran venir con todos los gastos cubiertos. Que los artistas vengan a trabajar, que estén cómodos y que sea realmente un espacio que les dé las condiciones necesarias para poder estar concentrados en su trabajo. En este entorno no van a tener posibilidades de conocer ni curadores, ni coleccionistas. Es un contexto para venir a conectarse con el propio trabajo.
Una de las primeras residencias que hice con estas características fue la Residencia 2010 organizada por el Museo Castagnino-Macro en la ciudad de San Javier, en el interior de la provincia y realmente sentí que era el formato que le hacía bien a mi trabajo. Lejos de los circuitos y el mundo del arte de las grandes ciudades.

bb: ¿Entonces en la residencia ustedes no están haciendo el foco sobre el circuito, hacen foco en la obra y en la idea del artista que produce aislado?

CCR: Es un lugar semi-rural, hay algunas casas, muchas son de fin de semana. Es muy tranquilo, el pueblo de Rincón está a 3 km, la ciudad de Santa Fe está a 20. Nos pasó que teníamos armado un plan: la idea era el primer día llevarlos a recorrer el pueblo y el río, el segundo al museo provincial y otros museos. Pero la gente no se quiere ir, muchos no van nunca a Santa Fe. Al principio teníamos proyectado hacer dos temporadas, pero ya vamos por la décima edición. Para nosotros, cuando vienen los residentes son semanas muy intensas, no estamos en residencia pero la cotidianidad está totalmente tomada por la situación. Cada vez siento más interés por los procesos de producción, tanto sea acompañando a los artistas que vienen al taller como sintiéndome involucrada o partícipe directa o indirectamente de los proyectos de los artistas que vienen. Hay veces que voy a museos y no me pasa lo mismo.
Los proyectos que perduran en el tiempo tienen que ver, para mí, con ponerse uno en primer lugar. Muchos proyectos terminan siendo con el tiempo una carga que hay que sostener. Por eso, antes que nada pensamos el proyecto para nosotros y, mientras funciona, lo vivimos.

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