Sentí que en el fervor del encuentro el tiempo se fugó y en ese diálogo huidizo creo que vale la pena mencionar algunas cuestiones.
Sigo sosteniendo que nuestra práctica es diferente porque, al margen de la singularidad que cada artista visual necesite conceder a su hacer, en nuestra labor conjuntamente con montajistas, asistentes, curadores, gestores, crónicamente se ha naturalizado la gratuidad y los recursos se concentran en unos pocos. Si bien desde hace décadas la precarización laboral es un síndrome del que padecen una gran masa de trabajadores, el campo que involucra a las artes visuales en su conjunto, no ha/hemos logrado obtener derechos como trabajadores, al igual que otros oficios, profesiones y laburantes.
Si bien la llamada autonomía del arte puede seguir siendo un valor para algunos, se hace insostenible decretarla como única posibilidad de resistencia artística. En todo caso, la pregunta más atinada de la noche del encuentro donde intercambiamos sobre arte y trabajo fue: ¿de qué viven los artistas? A la cual solo fuimos invitados a responder los presentes en la mesa.
Entiendo que existen muchísimas maneras de ser artista visual y ya me parece por lo menos obsoleta la discusión acerca de dónde y de qué manera nos hemos formado o deformado, como si eso en sí mismo guardara alguna expectativa. Muchos de nosotros además transitamos propuestas artísticas indiferenciadas, acopladas y copuladas con la sociedad. Me parece que el reclamo no es en todo caso hacia ella, sino en principio hacia nosotros mismos. Pensar qué tan funcionales somos al sistema existente y qué acciones concretas podríamos tomar para desarmar la lógica imperante.
Dejo aquí un artículo de mi amiga Guadalupe Chirotarrab que recupera un panorama global, sin dejar de reflexionar sobre la situación particular de nuestro presente.
¡¡¡Gracias y seguimos revista boba!!!
