arte, neurosis y bla bla bla

Manuel Quaranta

Hace meses que estamos en plena investigación para boba 04, que trata sobre el bla bla bla del arte y su poder performativo. En cada número, hacemos algunas preguntas a diferentes personas para abrir el juego y pensar juntos. Este texto es la respuesta de Manuel Quaranta a la pregunta: ¿qué te imaginás que es el bla bla bla del arte contemporáneo?

Comienzo a leer la pregunta y me detengo, inmediatamente, en bla bla bla. La detención trae un único nombre: Lacan. Sigo leyendo. Me gusta la propuesta. Pienso en consultarles si el bla bla bla se refiere, efectivamente, al psicoanalista francés. Logro controlar mi inseguridad. No me importa si es o no es. Porque en algún punto, sin duda, es. Pienso eso mientras camino hacia la Facultad sin poder sacarme el bla bla bla de la cabeza. Quiero contestar ya mismo. Quiero escribir algo sobre lo que yo creo que es bla bla bla o sobre lo que Lacan dice que es el bla bla bla. Pongo fecha: hacelo el fin de semana. Listo. Hoy, lunes, en el colectivo, no recuerdo en qué tenía puesta la mente o en dónde cuando de pronto recuerdo: ¡me olvidé del bla bla bla!, por completo, lo despejé del horizonte, nada, cero, en realidad me olvidé de escribir sobre el bla bla bla porque estuve con un montón de cosas que debo terminar con cierta premura. Pero seguramente la realidad de la causa de por qué me olvidé de escribir sobre algo que a priori me entusiasmaba debe andar por otro lado. No sé por cuál, aunque creo que otro bla bla bla lo debe haber reemplazado ya que es imposible, entiendo, según Lacan, que el bla bla bla se calle alguna vez o en todo caso es imposible que diga algo distinto de lo que viene diciendo siempre salvo, me parece, que encuentre un buen analista que le permita decir algo distinto. Uno habla, entonces, de más y de menos. Pero siempre de más. Uno dice algo que no sabe que está diciendo. Sabe algo que no sabe que sabe, y lo dice, pero de tal forma, que parece no saberlo. Y mientras tanto el bla bla bla, que no es el ha-bla, pero habla, sino el rumiar, constante, sobre lo mismo, marca, como un sello, lo que decimos, y, al mismo tiempo, lo excede: el síntoma neurótico. Repetir algo que no puede dejar de repetirse, algo que no cesa de escribirse, en uno, para uno, desde uno. Porque a lo que vamos a llegar es, claro, al inconsciente, cuya estructura, o mejor dicho, que se estructura, según Lacan, como un lenguaje, un inconsciente que no puede frenar su bla bla bla porque, justamente, el inconsciente es esa indetención absoluta del goce autista que implica nuestro ser ha-bla-nte, que implica que todos nosotros seamos neuróticos. No podemos dejar de hacer lo que hacemos. Lo que podemos es desviarnos, a lo mejor, u orientar eso que no podemos dejar de hacer hacia un lugar o un espacio en que, de algún modo, se reconozca. Y eso en parte es el arte, un espacio donde el bla bla bla logra convertirse o transformarse en otra cosa, o sea, el bla bla bla dice lo mismo pero nosotros, a partir de mecanismos que desconozco por completo, hacemos algo distinto con eso que se repite o por lo menos se ve distinto eso que se repite, lo que no significa, de todos modos, que seamos incapaces de decir, de manera consciente, algo sobre nuestra práctica o sobre la de los demás, pero eso que proferimos, inevitablemente, estará determinado por ESO que bla bla bla y que jamás se detiene ante nada ni por nada salvo la muerte o, con mucha suerte, y por poco, ante el analista. El bla bla bla, en definitiva, habla su propio idioma, quizás el quid esté en lograr traducir alguna de sus palabras hacia un lenguaje que, tal vez, pueda compartir con aquél algo de su estructura, porque me parece que si hay un punto en el que confluyen todos los lenguajes, y el bla bla bla es uno, es en la ficción. Podríamos pensar que la práctica artística tiene estructura de ficción, que las obras tienen esa estructura, que el mundo del arte se estructura de esa forma; sin concebir a la ficción, por supuesto, como lo contrario de la realidad, en absoluto, sino más bien como la forma en que nosotros la construimos, con diversos materiales que ignoramos a priori si servirán efectivamente para esa construcción, pero lo intentamos igual, sin saber cuál será el resultado, y lo hacemos, forzados de alguna manera por aquello que no cesa de escribirse en nosotros o de inscribirse en nosotros sin otra legalidad que sus propias reglas; y acá creo que paro para que después no digan en los pasillos de boba que yo mucho bla bla bla.  

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