La Revista Utilísima comienza a editarse en 1992, ocho años después de que comenzara a emitirse el programa homónimo en televisión. Entre uno y otro comienzo se genera una demanda de información. El editorial del primer número de la revista nos habla de una “memoria visual de lo fugaz” que sería inestable y precaria como la imagen televisiva, que es “dinámica” y difícil de recuperar. Tenemos aquí la primera gran operación de la revista: fijar, pasar a la imagen fija, hablar lento, muy despacio, clavar a la imagen como a una mariposa con un alfiler.
La comparación no es gratuita: el pasaje del medio audiovisual al gráfico lleva a una recaída en un viejo género del discurso informativo (no por nada los semiólogos nos previenen de que los géneros son insistentes), y por información entendemos aquí un desarrollo particular del discurso científico. Se trata del protocolo de construcción, la revista lo denomina, no sin aires cientificistas, el “método paso a paso”. Pero la revista no va a recoger de la ciencia su prestigio, o mejor, lo va a hacer pero sólo parcialmente; va a confiar su estrategia al efecto que hace en su yuxtaposición con otros discursos.
A la hora de resolver el problema de encontrar qué decir, la revista acude a la detección de lugares comunes y extrae de los compartimentos del gran almacén de la memoria la manera más ajustada de encarar un tema específico para un auditorio particular. Y no sólo eso: la revista agrega a la detección de lugares comunes su puesta en imagen. Es por eso que podemos encontrar en la “gran enciclopedia del hogar” –tal la fórmula con la que se anunciaba– un verdadero tesoro (convoco aquí también el sentido etimológico de tesauro como lista, diccionario) de contenidos estereotipados. Una lista en imágenes y palabras de los esquemas considerados operativos para entablar una comunicación eficazmente persuasiva y para hacer de los objetos de hechura casera eficaces artefactos de comunicación. En fin, encontramos algo así como una enciclopedia.
Ahora bien, ¿qué significa “encontrar qué decir” para una revista de artesanías y manualidades? Esta pregunta nos envía al problema de la forma de la publicación y en particular al de los modos de presentación de las manualidades. Hagamos entonces un rodeo por ese conjunto de mecanismos constructivos que llamamos retórica, para intentar una respuesta a nuestro interrogante.
Podemos imaginar la estructura de la revista como un sistema de cajas que se pliegan y desdoblan. El encastramiento va desde la revista hacia los artículos, de éstos a la secuencia, y de la última a cada paso en singular. En cada uno de estos niveles, palabra e imagen se relacionan de forma diferente. Cada número de la revista incluye de seis a ocho “propuestas” para la confección de artesanías, consignadas en el índice (“temas de este número”). Ocasionalmente el editorial intenta vincular las diferentes propuestas de cada número; lo hace, por ejemplo, señalando una fecha del almanaque como oportunidad para llevar a cabo las manualidades o convocando un valor como “el trabajo en familia” capaz de comprender todas las propuestas.
¿Y qué sucede con el punto de partida? ¿Qué instancia se presenta con la consistencia suficiente para que de ella derive una cadena de pasos que debe seguirse confiadamente? La primera parte de cada propuesta consiste en una fotografía a página entera del objeto a construir ubicado entre otros, como en una naturaleza muerta. Estas escenas funcionan de este modo como carátulas separadoras, deslindan un adentro y un afuera, y le dan a la manualidad (palabra que designa tanto al proceso como al resultado) un punto seguro de arranque y de clausura. Estos dispositivos formales condicionan la lectura: marcan inicios y garantizan un final. En nuestro caso refuerzan una figura de la promesa que alienta en toda la retórica de Utilísima: el resultado.
Cada artículo se encabeza a su vez con un título y un texto en donde se dan las instrucciones para poner en sentido a la artesanía enseñada: máximas y sentencias, referencias históricas, descripciones de estilo. Estos comentarios hacen un trabajo, si se me permite la figura, de repostería semántica, cubren la estructura más árida de la secuencia paso a paso. En conjunción con la escena de la carátula donde el objeto aparece en un marco escenográfico, le asignan un sentido totalizador al producto y a su técnica constructiva.
El “paso a paso” tiene una estructura casi autónoma, su propio sistema de entradas. La escena de página completa que presenta y separa al trabajo ensaya un origen: un fundamento (la naturaleza, el hogar, la historia). La secuencia de pasos monta en cambio la ficción del comienzo efectivo, en el rigor de una causalidad más simple y marcada.
En la serie que componen las escenas de las carátulas, discontinuada por las secuencias explicativas que se ubican entre una y otra, se afirma una colección de arquetipos. Motivos estereotipados, fotografías saturadas de un sentido que ya está preestablecido y que se manifiestan como una evidencia en la imagen: son los grandes temas de una cultura.
Recobramos ahora nuestro problema inicial. ¿Qué significa que Utilísima deba encontrar qué decir? Se trata de montar un mito: el de la asequibilidad. No sólo los trabajos son facilitados, sino que en cada caso lo que se vuelve disponible, fácil y ubicuo es una cápsula de significación asignable a una alta cultura. Lo que se debe encontrar es el telón de fondo verosímil, en el que el objeto preste su acuerdo a aquella unidad simbólica: se debe imaginar el escenario visual para algo que la opinión común establece como valioso. Se trata, para usar un giro de Oscar Steimberg, de los “barrios póstumos” de una producción para la que se fijó un sentido en otro momento u otro lugar, convertida ahora en algo que puede traducirse, ponerse en el lenguaje de la eficacia.